19 de noviembre de 2015

Menos postureo y más implicación


Desde el sillón de mi casa, para variar, he estado siendo testigo de ciertas conductas unánimes acerca de lo acontecido en Francia éste infame viernes 13 y que ha traído no pocas consecuencias. Ante todo, mi respeto y solidaridad para todas las víctimas. Dicho eso, se me encendió la bombilla y quería dar mi pincelada sobre todo lo observado hasta ahora. Sí, desde el sillón de casa se puede tener empatía y conciencia, pero no hoy o cuando toca sino siempre. Ahora sabréis a qué me refiero.

No censuro ni condeno las muestras de apoyo y solidaridad con Francia. ¿Cómo voy a hacerlo? De hecho, soy de los primeros que no dudan en mostrar su apoyo a las víctimas tras uno de los peores actos que el ser humano pueda realizar. De hecho, tampoco condeno las muestras de empatía de personajes públicos y conocidos, pues es necesario el apoyo de esas personas para dar a conocer y concienciar al resto de la sociedad sobre todo lo que sucede. Toda muestra de humanidad ante la barbarie es necesaria, venga de donde venga, excepto lo que vengo a detallar a continuación.

Lo que sí censuro y condeno es la hipocresía y las múltiples incoherencias de gran parte de personas a las que todo ésto les ha resultado indiferente e, incluso, han estado a favor de lo que nos ha llevado a todo ésto. Recuerden que, hablando solo de París, el 11-S y el 11-M solo tocamos la punta del iceberg, pues las causas que nos ha llevado a experimentar éste monumento a la aberración de la acción humana son diversas. Por eso, me indigna como español (si puedo serlo, claro) que mi país mantenga relaciones con los mismos que han armado a los autores de esas atrocidades, así como países que han fomentado todo esto. Uno de ellos, por cierto, es Arabia Saudí, donde residía el ala más radical de ISIS si mal no recuerdo.

Si como ciudadano de un estado democrático me preguntaran si estoy a favor de la invasión de Irak y Afganistán o de repartirse la Libia de un antiguo amigo de Europa como es Gadaffi o que Francia y Reino Unido entre otros pongan gobiernos de paja prometiéndoles un macro estado árabe, obviamente, diría que no. Podrán buscarme trapos sucios, ya que es el precio que suele pagarse por ser sincero y contundente, pero de mis convicciones en éste sentido no encontrarán nada.

Por eso no me vale que se pongan banderas de Francia, Nigeria, Afganistán, Siria, Palestina y demás países víctimas de guerras continuas y diarias y que, si le preguntas antes de los atentados, se digan indiferentes con el resto de causas que han desembocado en un extremismo que se ha cobrado a bastantes inocentes ya, sea donde sea y sean de donde sean. No habré sido quien más haya hecho por evitar lo que está pasando, pero siempre me he pronunciado contrario a la guerra como para que haya tanta gente que venga a ponerse las medallas de pacifista cuando, por su silencio, han favorecido a lo que está pasando ahora.

¿Enfurecido? ¿molesto? ¿resentido? Posiblemente: por ver la línea entre la implicación y el postureo tan fina.

16 de noviembre de 2015

Hijos de puta


Hay momentos cuya naturaleza resulta tan sórdida que parecen no podernos afectar nunca. Algo tan cruel y despiadado como la tenebrosa ideología de la barbarie y la sinrazón nos evoca sensaciones tan desconocidas como, en algunos casos, propias de otra época. Son esos momentos que, por lejanos que parezcan y por invencibles que nos consideremos, pueden golpearnos, Y hacerlo de la forma más vil y deshumanizada que podamos concebir.

El mundo aún permanece herido en su corazón desde el pasado viernes. Las 128 víctimas del atentado de París han trastocado tanto el alma de todos nosotros como el el orgullo de la sociedad occidental. La vida de todas esas personas, jóvenes en su mayoría, se apagó para siempre al mismo tiempo que se encendía la desalentadora luz de un futuro francamente incierto que parece cernirse sobre nosotros con todo el peso de la venganza, la ira, la rabia, la impotencia y, por qué no decirlo, la justicia.

Acciones execrables como ésta o la del pasado mes de enero en el semanario satírico Charlie Hebdo nos han anunciado el rumbo desbocado que parece haber tomado la humanidad. Precisamente este mundo, en el que, con mayor o menor fortuna nos ha tocado vivir, ha recibido síntomas de que, por más que avance la ciencia, la tecnología o el pensamiento, hay cosas que nunca cambiarán: el conflicto. Es este conflicto, drama para muchos y opción de cambio para otros, lo que forma parte inherente de la historia, de cualquier sociedad y de nosotros mismos.

Es obvio que los instrumentos han cambiado y las formas de inferir daño han alzado cotas tan esnobistas como malignas. Si hace mil años, la manera de someter a una población se hacía a golpe de espadas y montados desde un caballo, evolucionaríamos para hacer exactamente lo mismo, esta vez blindados por la presurizada coraza de un tanque y con el argumento de la granada y la metralla como único diálogo. Y mientras cada vez accedemos a una parte de la historia con menos armas y más intereses económicos, a mayor ritmo aumenta el número de víctimas inocentes o, como gusta decir en los medios de comunicación, pérdidas civiles.

Francia ha sido golpeada en su corazón, de forma tan cruel e inefable como lo fue Estados Unidos en 2001, España en 2004 y Londres en 2005. Estos atroces atentados nos han evocado esa terrorífica sensación, típica de cuando ocurren hechos de semejante magnitud y que ha servido para recordarnos lo egoístas que somos los humanos. Hemos tenido que asistir al caos del terrorismo en el país vecino para conocer qué ocurre en el mundo de forma diaria, en Siria, Líbano o Palestina, para comprender de una vez por todas que el mundo no es el lugar tan idílico que podríamos creer.

Estremecidos, abatidos y cabizbajos, estamos ante el período más incierto de la historia reciente, un momento en el que cada detalle o cualquier decisión, por insignificante que parezca, puede cambiar drásticamente el destino de la humanidad, sin nada que nos haga vislumbrar un poco de esperanza. Resulta verdaderamente difícil presagiar el cariz que tomarán los acontecimientos. Paralelamente, Francia entona el Aux armes citoyens! para llevar a cabo un operativo militar, justo para unos, e igual de cruel para otros, sin haber terminado de llorar a las víctimas. 

Todos estos interrogantes sobre el rumbo que seguirá la humanidad en la época más convulsa de los últimos veinte años se entremezclan con otra duda mucho más inteligible: ¿Por qué ellos sí y nosotros no? ¿Estamos a salvo? No somos ni más altos, ni más guapos, ni más inteligentes. No hace falta ser mejor que nadie, porque realmente no existe nadie intocable. La pérdida de personas jóvenes, cargadas de ilusión y con toda la vida por delante, con aspiraciones y sueños como cualquiera de nosotros a manos de unos terroristas completamente mimetizados en nuestra sociedad, ha conseguido justamente lo que los integristas del ISIS pretenden: sembrar el terror entre nosotros. 

Sería aquella fatídica noche del 13 de noviembre la que se encargaría de enseñarnos que el drama, el horror y la barbarie pueden acecharnos en cualquier momento y arremeter contra nosotros con sus lúgubres garras y sus fatales consecuencias. Porque, una vez más, esa fría noche de otoño todos aprendimos que, aunque no lo sepamos, siempre nos encontramos en el borde del precipicio y que no hacemos otra cosa que desperdiciar el tiempo sin recordar que no somos inmortales. 

@joseangelrios92

2 de noviembre de 2015

El postureo no te hace más feliz


Parece evidente que las redes sociales tienen un ciclo vital. Al igual que los seres vivos, nacen, viven, se reproducen y mueren. Si hace seis años la página más visitada por los jóvenes era Tuenti, antes de convertirse en la operadora low-cost de Telefónica, luego ese relevo pasaría a Twitter para que actualmente Instagram cope el podio de la red social más frecuentada por los jóvenes en nuestro país. Así de contumaz: renovarse o morir. Dichas plataformas forman ya parte indispensable en nuestras vidas y, como todo, tienen aspectos tan interesantes como perniciosos.

Imaginad esta situación. Domingo por la tarde. Hay un sábado antes. Aún dura la resaca de los que salieron la noche anterior. Pero tú no eres de esos. Te conectas a Facebook, o a Instagram, o a Twitter o a Tuenti, si aún vives en la prehistoria. O a todas a la vez, ya que estamos. Ves esa foto. Un selfie de un amigo tuyo con sus amigos. Todos posan impecablemente vestidos, copa de balón en mano. Parece ginebra francesa, edulcorada con bayas de enebro. Tampoco falta una cachimba con tabaco de sabor a frutas del bosque maceradas con pomelo. Están muy sonrientes y los percibes muy felices. Van acompañados por un grupo de veinteañeras muy guapetonas, vestidas con tanto esmero como el filtro que han elegido para la foto. ¿La rubia que pone morritos será su novia?, pregunta obligada que rápidamente asalta tu subconsciente. De título, una frase del tipo: Qué bien se está cuando se está bien. Dos docenas de hashtags así lo verifican: #amigos, #friends (que se note que nuestro inglés es mejor que el de Ana Botella), #instagood (¿alguien me explica qué carajo significa esto?), #cachimba, #delujo, #copas, #pedazonoche, #pedazo, #noche...

La cena que ha precedido esa noche también hace acto de presencia. Sushi de salmón ahumado y piñones, acompañado de una humeante sopa de rodaballo y, de segundo plato, un codillo de pato confitado con puré sarladaise y crema de higos al caramelo. De postre, una tarta de queso red velvet rubrica una noche irrepetible. Los comentarios de las fotos parecen cómplices de tanta felicidad. ¡Qué bien se os ve!, ¡Envidia sana me dais!, como si eso existiera, o Anda, que también vais a avisar, comenta otro pobre infeliz. Además, la iluminación del pub donde se encuentran resalta a la perfección sus facciones, muy naturales y para nada ensayadas esa tarde veinte veces ante el espejo para encontrar la expresión más acertada. Si te fijas, incluso las luces combinan asombrosamente bien con el color de su corbata. Todo parece demasiado perfecto, ¿verdad?

Luego te ves a ti. Más sólo que la una y con nada que posturear postear en Facebook. Anoche no saliste, en parte, porque tus amigos estaban en el pueblo, no querían o por ese examen parcial, que más te vale aprobar antes de tripitir la asignatura. En ese momento, eres la persona más desdichada del mundo y te invade un lúgubre pesar. Estás abrumado ante tantas toneladas de felicidad que intentan colarse impíamente por todos los recovecos de tu ser. Todos parecen vivir vidas maravillosas excepto tú. Todos tienen un ejército de amigos, viven noches excepcionales y disfrutan de suculentas cenas, menos tú. Pero quizá, no todo es lo que parece...

Pues te diré algo que, tal vez, alivie tu umbría melancolía. Lo que acabas de ver se llama postureo y no necesariamente debe corresponderse con la realidad. Es algo más presente en nuestras vidas de lo que somos conscientes y llegaremos a reconocer. Sólo es una foto. Deja de montarte historias absurdas en tu mente. Una foto que sólo dura el tiempo de apretar el botón. No sabes si después de hacer la foto, todos se fueron a su casa. El postureo consiste básicamente en aparentar, pero sin que parezca que estamos aparentando. Porque el postureo crea adicción a la validación. Y al igual que un adicto a las drogas, alcohol o juego, estos tampoco lo reconocerán. Nadie está sonriendo todo el tiempo. Y si hay gente así, seguramente no sean de fiar. Son tan felices que tienen que publicarlos en las redes sociales, para que todos los demás sepan lo autorrealizados que están. A lo mejor, todas las chicas de la foto tenían novio. O las copas eran de garrafón. Puede incluso que la comida se enfriara mientras hacían la foto y la posteaban en Facebook, Twitter, Instagram, Tumblr, Pinterest o YouTube, O tal vez la cachimba era de tabaco de naranja del malo, del que venden en el chino.

Pero eso no aparece en la foto. Eso es lo que nadie te cuenta. Porque esa es la letra pequeña del contrato del postureo. Francamente, a nadie le interesa ver una foto de tu elaborado desayuno, a menos que tú le des like a otra foto suya de su elaborado desayuno. Eso no es tener clase. Por si no lo sabías, la gente que realmente puede presumir no se dedica a ello. No lo necesitan y probablemente jamás lo hayan necesitado. Pero no sufras. Todos lo hemos hecho alguna vez, incluso quien escribe estas líneas. No es vergonzoso, ni motivo para quedar confinado en Carabanchel durante cuarenta años. Dicho esto, te contaré un secreto: cuando veas gente posturear, alardear u ostentar, créeme: presumen exactamente de lo mismo de lo que carecen. Todo es falaz, baladí y engañoso. En su fuero más interno, aún no se lo han terminado de creer. 

Ahí no reside la auténtica felicidad. Una felicidad tan efímera como la fracción de segundo que tardaron en hacerse la foto. Ser feliz consiste en disfrutar del momento, conformarse con lo que se tiene y luchar por los sueños. Sin más. Nadie es más feliz por tener 900 amigos en Facebook que, a buen seguro, les apoyarán en sus malos momentos. Porque por extraño que parezca, esta gente también tienen días que desearían no haberse levantado. Y los dejan sus novias que, con certeza, no serán modelos de Victoria's Secret. Son personas normales como tú y yo. Y también se tiran pedos. Porque estoy convencido de que los likes no le dan un reconfortante abrazo, ni les hacen más inteligentes, ni más valiosos que alguien que, sencillamente, es tan feliz que no tiene que anunciarlo a cascoporro en las redes sociales.

Fuente: Compartiendo macarrones (1/11/2014). Las redes sociales, el postureo y el afán de mostrar a los demás lo felices que somos. Blog Compartiendo macarrones.

27 de octubre de 2015

Ciudadanos y la fábula de la liebre y la tortuga


Doy por sentado que todos ustedes conocen la fábula de la liebre y la tortuga: en una carrera, la liebre es tan rápida que se permite el lujo de comerse una zanahoria en la línea de meta al saberse ganadora mientras ve como la tortuga, tranquilamente, pasa por la línea de meta antes que la liebre.

Como toda fábula, siempre tiene su moraleja o enseñanza: no subestimes al rival. Algo así sucede en la actual situación entre Ciudadanos y Podemos, los dos partidos emergentes que prometían acabar con el bipartidismo sustentados en los dos grandes partidos: PP y PSOE.

En un contexto de drama social fruto de políticas impuestas por ambos partidos en sendos gobiernos y el posterior cruce de declaraciones y reproches entre ambos, Podemos surgió de ese descontento como una alternativa a ambos partidos, aunque ya estaba Ciudadanos en Cataluña pero con un papel irrelevante.

De hecho, se pensó en Podemos como la canalización del 15-M en las instituciones, algo que puede parecer incoherente ya que el 15-M se proclamaba como movimiento ciudadano distinto al resto de partidos existentes. 

Tal fue su irrupción que, enseguida, los medios empezaron a encumbrar la figura de éste partido tras sorprender en sus primeros comicios en las elecciones al Parlamento Europeo donde, con 5 escaños, parecía comenzar la llegada de una corriente distinta a la existente en la política convencional.

Mientras, Ciudadanos iba tras el rebufo de Podemos, como partido nuevo pero más moderado o, como ellos se hacen llamar, de centro. Mientras las investigaciones de medios de la derecha se centraban en los casos en los que personalidades de Podemos como Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón se habían visto envueltos, Ciudadanos presumían de una limpieza que ni ellos tenían, pero contaban con que los focos apenas apuntaban a ellos.

Pero ese protagonismo de Podemos ya es historia, y los mismos medios que, para bien o para mal, hicieron por encumbrarles, ahora les dejan en un segundo plano y, ahora si, enfocan al partido de Albert Rivera, presentándole como partido moderado de centro cuya inclinación hacia la derecha o la izquierda aún se debate aun siendo algo tan irrelevante como banal.

Nadie se acuerda de la militancia de su líder en uno de los dos mastodontes a los que quieren derribar, ni las cuentas en Suiza de Javier Nart, cara visible en los debates. Por supuesto, se podrán imaginar quién salió ileso de las primeras incursiones de las nuevas formaciones en los distintos hemiciclos donde han comenzado a tener presencia.

Con otro nombre, Podemos ha logrado alcaldías no exentas de polémica en ciudades como Madrid, Barcelona o Cádiz, pero Ciudadanos ha actuado como partido bisagra en gobiernos autonómicos como en Andalucía o en la Comunidad de Madrid apoyando a los dos grandes de la vieja política.

Eso debería suponer descrédito para Ciudadanos, pero ahora los medios les amparan donde antes estaban a la sombra. El desgaste de Podemos junto con su pretensión de aglutinar a toda la izquierda bajo su manto, no solo ha atomizado a la izquierda más si cabe, sino que ha dinamitado toda posibilidad de aplacar al bipartidismo además de causar en ellos un desgaste.

Ese vacío que una fuerza tan efímera ha dejado en los medios lo ha copado la otra nueva formación, que supo leer cuando ocultarse y cuando ocupar los principales focos de atención. Y todo ello, siendo un partido con un discurso ambiguo, con unas practicas más propias de la vieja política, pero tiene ante si la oportunidad de irrumpir en las elecciones generales tanto como lo están haciendo en las encuestas.

4 de octubre de 2015

Arriesgarse o morir


Hay quien dice que Más vale malo conocido que bueno por conocer. El que dijo eso poco romántico debía de ser. El pasado nos aporta estabilidad, serenidad y orden, lo que nos aferra a él. El futuro, en cambio, es desconocido, incierto, inestable. No saber a ciencia cierta los acontecimientos que nos esperan nos hace caer presa del pánico, mientras que la reconfortante tranquilidad de lo conocido nos sumerge en una narcótica sensación de tranquilidad. Y yo te pregunto: ¿qué prefieres, vivir más o vivir mejor? Es decir, ¿respirar durante muchos años o vivir momentos que te dejen sin aliento?

Muchas veces, no tomamos determinadas decisiones por miedo a fracasar, por temor a equivocarnos y, por qué no decirlo, por el angustioso presentimiento de pasarlo mal. Otras veces, el enemigo a combatir es esa punzada en el estómago a la que llamamos orgullo y que cobra más protagonismo implícito del que nos cuesta digerir, eliminar y, aún más difícil, reconocer. Como diría Marsellus Wallace en Pulp Fiction, ¡Es el orgullo que intenta joderte, a la mierda el orgullo!

Hace muchos años, alguien me dijo que las ocasiones las pintan calvas. Dejando a un lado cuestiones alopécicas, lo cierto es que, en muchos momentos, aparecen trenes que aguardan viajes apasionantes y trascendentales que cambiarán nuestras vidas diametralmente. Lo difícil no es tomar la decisión de embarcarnos en una aventura y arriesgarnos, lo difícil es identificarlos. Es posible que el destino paradisíaco que creíamos imaginar antes de embarcar no cumpla nuestras expectativas, pero jamás lo sabremos si no lo intentamos.

Así que arriésgate. En una propuesta de negocio en la que no confíes del todo. En un viaje cuyo sitio sólo conozcas de postales. Con esa persona con la que deseas que la vida te dé una segunda oportunidad para conocer nuevamente por primera vez. Con ese amigo cuyas pequeñas diferencias crearon grandes distancias. Con esas noches sin planes previstos y acaban siendo de las mejores de tu vida. Por todo ello y mucho más, haz un all in a la vida. No le des más vueltas. Coge el petate, pilla el tren y emprende tu travesía. Haz del camino que has emprendido el propio objetivo del mismo. ¿Qué más da lo que ocurra luego? Porque aunque exista la posibilidad de fracasar, más fracasado vas a ser si no lo intentas. Y porque si el viaje no te inunda de felicidad, piensa que siempre te podrás bajar en la próxima estación. Pero si no coges el tren, es difícil que vuelva a pasar otro.

8 de septiembre de 2015

La hipocresía de Facebook


La hipocresía es algo que forma parte de nuestra vida, casi tanto como la frase Me alegro de verte o preguntar a alguien que hacemos tiempo que no vemos ¿Y tú qué estás haciendo ahora? Asumámoslo. Nos importa una mierda. Son frases comodín que guardamos enlatadas por si en una conversación empiezan a sucederse esos incómodos silencios. A hipocresía no nos gana nadie. Eso está claro. Deberían hacerlo deporte federado. Creo que deberíamos devolver el Mundial de fútbol por el de hipocresía y así más de uno diría al ganarlo: Estoy muy contento de ganar este galardón...

Facebook no es más que la prueba definitiva de lo hipócrita que resulta ser la especie humana. Cada día me gusta menos, sobre todo porque desconfío de una red social en la que llamas amigo a todo el mundo. Todos son amigos, tus compañeros de clase o del trabajo que no te caen bien pero que los tienes ahí por compromiso, aquel capullo que se encargó de jodernos la existencia en el colegio e incluso los amigos de verdad. El día que Facebook añada la opción de Agregar como enemigo, seguro que ganará mucho más adeptos. Y por el camino, seguro que mis contactos aumentan de forma exponencial.

Lo que se lleva el premio de la hipocresía es, sin duda, el tema de las peticiones de amistad. Ocurre que, cuando estas son aceptadas, Facebook nos avisa de inmediato. ¿Pero qué ocurre con las que son rechazadas? ¿Nos avisa? No. ¿No debería ser justo saber cuándo no nos han aceptado? Para esto hay un truco que nunca falla: si pasan tres años y la petición sigue ahí, lo más seguro es que hayan pasado de tu culo. Y de ti también.

El tema de los Me gusta merece mención aparte. ¿En serio nos gusta cuando alguien sube una foto de su Porsche mientras va a su mansión de Beverly Hills montado en él? Los Likes de Facebook solamente sirven para anestesiar nuestra envidia. Pero ahí están, más arraigados en nuestras vidas que un folículo aunque evidentemente mucho más placenteros. Y he aquí la prueba de fuego de la hipocresía de Facebook. Se puede poner Likes en cualquier cosa, incluso en una publicación de un viaje a Uganda de hace diez años. Y también en estados del tipo: Toda mi familia ha muerto, mi novia acaba de dejarme y me han robado el coche (no el Porsche, el otro). ¿Qué significa darle Like a ese estado? ¿Una muestra de compasión?

Facebook me jode. Entre otras cosas también, porque no mola hablar con un muro, aunque en la vida real, sea más productivo hablar con un muro que con ciertas personas. Pero no todo en Facebook iba a ser malo. Ni tan siquiera esas fotos, cuyo responsable maldijiste tanto como esa borrachera a la mañana siguiente. Hay algo de Facebook que debería ocurrir en la sociedad. Deberíamos tener la posibilidad de bloquear a las personas en la vida real, o sea, hacerlas invisibles. ¿No sería genial poder hacer imperceptible a alguien a quien no queremos ver? Pues si así fuera, Mark Zuckenberg, te has ganado mi block.

@joseangelrios92

29 de agosto de 2015

Trabaja gratis para mí y hazme rico


El panorama laboral que atraviesa este país es una realidad francamente desoladora. Si te llamas Diego Martínez y eres el mejor físico de España, asúmelo, eres un pringao. Y si quieres emprender, asegúrate de que eso le vaya a dar dinero a alguien. Nadie te va a dar una oportunidad, eufemismo de trabajar gratis. Pero si te llamas Kiko Rivera y eres famoso por ser el mejor... bueno, el que hizo aquello de... exacto, si no has dado un palo al agua en tu puta vida, bienvenido a España, el país de las oportunidades para la gente mediocre

Concretamente, una de las profesiones cuyo futuro es tan incierto como desalentador es el periodismo. Si quieres trabajar y encima pretendes la desfachatez de que te paguen por ello, lo mejor es que te replantees seriamente tu vocación. Pero no te desesperes. Si estás en posesión de un título de Periodismo o de algo similar y quieres trabajar, no hay problema. Creo que en el Supersol de mi barrio estaba vacante el puesto de encargado. Así que tampoco te quejes. 

En los últimos tiempos, están proliferando por internet una serie de sitios webs, blogs, diarios y magazines, sobre todo, a través de las redes sociales, a través de las cuales están reclutando a una cantidad ingente de personas para que colaboren en sus respectivos sitios web. Mi experiencia engloba únicamente a medios referidos al sector del periodismo deportivo, mi especialidad o dicho de otro modo, aquello que ejerzo con más frecuencia y mayor o menor éxito. Hasta ahí, el tema no parece espinoso pero la cosa no acaba ahí. Todos estos sitios, en los cuales he tenido el dudoso honor de colaborar, se ahorran el detalle de pagar a sus colaboradores. ¿En serio pretendes que te paguen por trabajar, cuando ahí fuera hay un puñado de idiotas que suspiran por una oportunidad?

En general, la mayoría de personas que colaboran en ellos son chicos jóvenes, normalmente estudiantes que desean compaginar sus estudios con estos sitios donde pueden acumular experiencia, darse a conocer y aprender cómo funciona una redacción. O al menos, eso te dicen. Algunos de ellos, como Vavel.com emplean la táctica del postureo, llegando a admitir que son el quinto medio más leído en España. Así pues, las personas que colaboran en estos medios, inyectados de una difusa ilusión, aceptan el gigantesco compromiso que estos explotadores les ofrecen sin, ni siquiera, darles las gracias.

Trabajar gratis es rotundamente inadmisible. Y a decir verdad, es una actividad que roza los límites de la legalidad. No lo digo yo, lo dice gente que entiende mucho más del tema que yo. Los artículos 8 y 16.1 del Estatuto de los Trabajadores reza:  No se ha formalizado el contrato por escrito ni se ha remitido copia básica a la oficina de empleo tal y como mandan los artículos 8 y 16.1 ET. No formalizar el contrato por escrito es considerado una infracción grave según el artículo 7.1 de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social (LISOS) castigado con multa de entre 625 a 6.250 euros (artículo 40.1 b) LISOS). En este artículo, se explican las consecuencias legales de trabajar gratis, de forma mucho mejor a como lo haría yo. No tiene desperdicio.

Además, comparar un medio de comunicación que se vanagloria de ser el quinto medio más leído de España y que compite en el mismo nicho de mercado con otros medios formales que sí pagan a sus trabajadores es, sencillamente, competencia desleal. A modo de símil deportivo, sería como si un equipo con el presupuesto del Leganés fichara gratis a Cristiano Ronaldo y Leo Messi, ganara la Liga y la Champions sin haber pagado nada por contar con los servicios de los dos mejores jugadores del planeta. ¿No sería injusto para los demás equipos con sus mismas opciones económicas?

De este modo, parece evidente que los medios deportivos en este país se dividen en dos grandes grupos: los grandes sitios como ABC, Marca, As, Mundo Deportivo, Sport o Estadio Deportivo y el resto. Y el resto lo constituyen estos pseudoportales. Muchos de estos medios, al ser preguntados por el salario y las condiciones económicas que supone la colaboración directa con ellos, no muestran titubeos en reconocer: Se paga con experiencia. O sea, que una persona con tres hijos a su cargo va al supermercado a comprar el sustento básico de su familia y, al llegar a la caja, le puede decir al dependiente: Mira, no tengo ni un duro en el bolsillo, eso sí, te puedo pagar con la experiencia que tengo escribiendo en medios de forma completamente gratuita. O aún mejor: imagina que un fontanero acude a tu casa a arreglarte la cisterna y, en vez de pagarle, le dices: No te voy a pagar ni un céntimo, pero no veas la experiencia que has cogido. De aquí a arreglar los cuartos del baño del Bernabéu para una final de Copa hay un paso. En serio, así pueden llegar a ser los argumentos de estos explotadores mentores de oportunidades. 

Pero ahí no acaba la cosa. Estos sujetos emplean todo tipo de argucias para conseguir que la gente escriba gratis para ellos. Algunos, con mucho más ingenio y maldad, aseguran que no pagan porque su medio (blog o página web) está empezando y por eso no tienen dinero. Pero todo es mentira, no os dejéis embaucar. A propósito, según el ránking Alexa que mide el tráfico de las páginas web, Vavel.com no es el quinto medio deportivo más leído en nuestro país. Ni tampoco el cuarto. Y por extraño que os parezca, tampoco es el tercero. Está en el puesto 875. Aquí lo podéis comprobar.

He recabado cierta experiencia colaborando en sitios como Vavel.com y Káiser Magazine, de los cuales no guardo experiencias muy agradables. Exigen un altísimo nivel de compromiso, llegando incluso a inducir a los trabajadores a que prácticamente no dispongan de vida social, estén las 24 horas del día pendiente de la actualidad deportiva del equipo en cuya sección colaboren para no dar absolutamente nada a cambio. Es decir, no os atreváis ni a suspirar por que os paguen. Y no entienden de colores. Da igual que sean de la sección del Real Madrid, FC Barcelona, Betis, Sevilla o Partizán de Belgrado. Son todos igual de explotadores. La mayoría de estos sitios cuentan con una estructura piramidal donde la persona que está en la cúspide cobra en concepto de publicidad por los stands que dispone la página y que aportan dinero de los clicks a los instigadores jefes de tan constructivo proyecto a costa del trabajo de los demás. 

Si tenéis la ilusión de escribir y de llegar a hacerlo profesionalmente algún día, os daré el consejo que no me habéis pedido. Porque los consejos son como los masajes: difíciles dárselos a otra persona e imposibles de dárnoslos a nosotros mismos: no os dejéis engañar. La profesión de escribir no es menos importante que la de ser médico, albañil o trabajador social. Nótese que no he dicho torero. Si eres periodista y permites que no te paguen por realizar tu trabajo, estás desvalorizando tu profesión. Reclamad vuestros derechos y no os dejéis embelesar por esta panda de alimañas explotadoras. Que ningún empresario sin escrúpulos se aproveche de vuestro talento, tiempo, trabajo y, lo que es más importante, vuestro futuro. La profesión de periodismo está jodidamente complicada, en gran medida por estos estafadores sin moral que pretenden tener a su merced a un séquito de personas trabajando gratis para ellos. Al final, va a ser verdad aquello de que España tiene una salida: se llama Barajas.

Mi madre, muy amiga de los refranes, siempre dice que Una imagen vale más que mil palabras. Pues en este caso, serán dos imágenes. He ahí dos capturas de pantalla de una conversación que he mantenido con el Community Manager de la sección del Sevilla FC en el sitio online Vavel.com, conocido internacionalmente incluso por los elefantes de Botswana.

Otro regalito. Aquí os muestro otra conversación, esta vez vía mail, mantenida con un miembro del portal web El Sevillista, donde asegura que algunos de sus colaboradores finalmente han dado el salto a medios más grandes como Onda Cero o el mismo Sevilla FC como táctica para captar redactores. Ni que decir tiene que no pagan ni para pipas. Como podéis observar, el nivel de compromiso que piden a sus colaboradores es abrumador. Dicho de otro modo, es como si alguien te contrata de dependiente para su tienda, no te paga nada y te dice que, si lo haces bien, puedes dar el salto hacia un gran supermercado. ¿En serio cuentan con 500.000 visitas mensuales y no les da para pagar a sus colaboradores? Lógica aplastante.


Y para que no se enfaden los amigos sevillistas, también me he tomado la libertad de publicar otra conversación de Twitter que mantuve con un colaborador del portal Onda Bética. Ejemplifica a la perfección lo que comentaba anteriormente: Se paga con experiencia. Creo que será una decisión inteligente invertir en experiencia, en lugar de hacerlo en petróleo o en bonos del Estado, dado lo alto que se cotiza. Me pregunto si al menos darán cesta de navidad.

19 de agosto de 2015

Si te vuelvo a encontrar


Cada vez resuena más lejano en el tiempo aquella cálida tarde de invierno. Una tarde con sabor a noche que marcaba el ocaso del invierno, de ahí lo de cálida. Una estación marcada por tópicos como las florecillas, las rebajas, las hormonas, las mariposas de las que vuelan y las mariposas que revolotean en el estómago. Un encuentro mágico cuya fecha quedaría grabada con una tinta tan indeleble en el dorso de una tarjeta como el narcótico efecto que marcaría más de lo que me hubiera atrevido a reconocer.

Dicen que la vida no se mide por los momentos que respiras, sino por aquellos que te dejan sin aliento. Si de verdad fuese así, estoy convencido de que harían falta varias toneladas de inhaladores que, por un momento, me transportaran al mundo real. Un mundo que, precisamente por su verosimilitud, ha confinado las auténticas emociones que mueven nuestras vidas a un insolvente segundo plano. Un momento arcano tan inteligible como escurridizo en el tiempo que se puede escapar en un simple chasqueo de dedos.

Si te vuelvo a encontrar, recordaría a modo de flashbacks aquellos momentos, como de una diapositiva se tratara. Siempre me aburrieron las diapositivas en clase, así que espero que ese encuentro no me dé ganas de bostezar. Al final, lo cierto es que todos atesoramos más fracasos que éxitos. La derrota es la condición ineludible que precede la victoria. Y nos va reforzando por el duro sendero que al final resulta ser la vida. Paralelamente, se reblandece nuestra sensibilidad y nos desprendemos aquellas viejas ataduras, miedos e inseguridades que, tan sólo unos años atrás, nos parecían incluso afectar. Y aunque parezca irónico, no cambiaría todos esos fracasos por esa intangible fracción de segundo que permanece hierática almacenada en algún lugar de mi mente.

Si te vuelvo a encontrar, retrocedería a una época en la que estaba tan seguro de las cosas que hacía como hoy tan inseguro de las opuestas. El transcurso del tiempo es inevitable y, con él, los distintos devenires que parece depararnos la vida. Todo parece seguir igual, la terraza donde te vi por primera vez, la espuma de la cerveza que toman quienes hoy están sentados allí, el televisor donde echaban aquel partido cuya emisión se trababa por segundos, el banco que hizo que disfrutara cada segundo como si de un minuto se tratara y aquella despedida en la que anhelé que cada minuto se transformara en un segundo. Un adiós que, aunque no exento de inocuidad, se encargó de que, por mucho que pase el tiempo, el cielo seguirá teniendo el mismo color.

Si te vuelvo a encontrar, no dudo que evocara las mismas sensaciones, aunque fuera tan efímera como aquel inefable momento en el que te vi por primera vez. Los psicólogos lo llaman regresión asociativa. Yo prefiero concebirlo como ese tesoro cuyo valor se disipa si se abre el cofre en el que se encuentra contenido. Tu fragancia dejó de inocularme su embriagadora esencia tan rápido como se disolvió con el inmarcesible paso del tiempo. Las mariposas del estómago eclosionaron de sus crisálidas para aletear en una nueva primavera repleta de rosas rosas, valga la redundancia, con rumbo a la ilusión en un cielo que sigue siendo azul. Y el tiempo demostró que tu recuerdo se transformó en el marchito recuerdo de una novela leída hace más tiempo del que creía recordar.

29 de julio de 2015

Playa del Alamillo: la playa de Sevilla


En términos históricos, culturales y arquitectónicos, Sevilla es la ciudad más bella e importante del sur de Europa. Con el perdón de Barcelona, Madrid o Lisboa, que pueden tener méritos políticos, históricos, culturales o económicos, ninguna ciudad del sur de Europa puede exhibir los galardones que posee Sevilla en arte, tradición, historia, cultura y belleza arquitectónica. Sin embargo, a esta ciudad le falta algo importante, le falta una playa.

Sí, sólo eso, a Sevilla sólo le falta una playa. Y no es una locura pensar que Sevilla pueda tener una playa propia. Hoy pocos lo saben, pero hasta los años 50 Sevilla tuvo una playa fluvial ubicada donde hoy se erige el Puente del Centenario. En aquella época, la corriente de agua que cruzaba la ciudad, era el verdadero río Guadalquivir y no el brazo muerto, de agua semiestancada, que contemplamos en la actualidad. Bañarse en las aguas limpias del Guadalquivir en verano, era un regalo divino para los sevillanos de esa época que aún veían muy distantes las playas de Huelva y de Cádiz.

Actualmente existen decenas de playas interiores en España. Ríos, pantanos, embalses y lagos se han convertido en sustitutos a las playas de mar y han conseguido excelentes resultados. Incluso la pequeña San Nicolás del Puerto, tiene una playa fluvial al servicio de sus vecinos. Y yo me pregunto ¿por qué la ciudad de Sevilla no puede tener una playa propia? La respuesta es sencilla: no hay razón para que no la tenga.

No se habla aquí de una obra faraónica al estilo de los jeques árabes que costase miles de millones al contribuyente, más bien se trataría de una obra simple y austera que sin embargo sería el mayor regalo que un Alcalde podría darle a nuestra acalorada ciudad.

Y hay un lugar ideal para colocar nuestra playa sevillana, es el Parque del Alamillo. La playa de Sevilla iría desde el Puente del Alamillo hasta el fin de la dársena del Guadalquivir, siguiendo su ribera izquierda hasta el final del camino viejo de la Algaba, serían unos 1.200 metros de playa. Se trataría de una gran piscina artificial de agua limpia, con olas, arena y chiringuitos.

El proceso de construcción sería simple. Habría que levantar un muro sobre el lecho de la dársena del río Guadalquivir, debajo del puente del Alamillo, con un desagüe hacia el brazo muerto. Un dique que separaría las aguas limpias de la piscina, de las aguas contaminadas de la dársena. Sería un dique pequeño comparado con los enormes y kilométricos diques holandeses. Luego, el lecho de nuestra playa debería secado, limpiado y cementado en su ribera izquierda sobre la cual se verterían toneladas de arena.

Esta gran piscina se llenaría con las aguas del cercano río Guadalquivir, que tendrían que pasar por un tratamiento físico, químico y biológico para tener un agua depurada, limpia y transparente. Incluso se pueden instalar generadores de olas en la ribera derecha de la playa de Sevilla.

Los costos serían mínimos comparados con los beneficios para la ciudad. El turismo se vería incrementado considerablemente en verano, y los sevillanos podrían disfrutar de una playa a la que podrían llegar caminando o en un trencito desde Triana. ¿Qué más se puede pedir?

Existen playas fluviales o artificiales en muchos lugares del mundo, pero no existe lugar más adecuado para tener una playa que la ciudad de Sevilla. No sé si el actual alcalde querrá hacer una obra así, tampoco sé si el siguiente lo hará, o si el siguiente del siguiente, pero algún día, un alcalde de nuestra ciudad se dará cuenta de lo fácil que sería construir una playa en Sevilla, y la construirá, y nos la regalará.

Y entonces, a esta ciudad hermosa, no le faltará nada más, absolutamente nada.

15 de julio de 2015

El píxel más especial del mundo


En 1990, la sonda espacial Voyager 1 llegó a Neptuno y alcanzó los confines del Sistema Solar con el fin de dilucidar el origen del cosmos. Adentrada en la inmensidad del espacio exterior, la Voyager apagó su cámara para ahorrar energía y continuar su travesía interestelar no sin antes voltear la cámara en sentido a la Tierra y realizar diferentes fotografías de los planetas del Sistema Solar. Por petición de Carl Sagan, la Voyager tomó dichas capturas de los planetas conocidos hasta la fecha a una distancia astronómica. Sin embargo, hubo una de todas esas fotos que haría historia.

Era la imagen más lejana jamás realizada de la Tierra a una distancia de 6.000 millones de kilómetros. En ella, el tamaño de la Tierra es algo inferior al de un píxel, dispersado por varios haces de luz que inciden sobre la lente de la cámara de la Voyager 1. Carl Sagan bautizaría esa telúrica fotografía como el pálido punto azul, un píxel diluido entre la infinidad del espacio exterior y capturado desde las regiones más impenetrables del Sistema Solar.

Pero se trataba de un píxel muy expecial. Un píxel en el que han vivido todas las personas que hemos conocido, las que no hemos conocido y todo aquel de quien hemos oído hablar. En esa imagen del tamaño de una mota de polvo viven o han vivido todos aquellos a quien hemos amado, odiado, deseado y a quien nos hubiera gustado no hacerlo nunca. Es en ese píxel donde hemos disfrutado, sufrido, logrado éxitos o cosechado fracasos. Un punto tomado a una distancia cuarenta veces mayor de la que separa la Tierra y el Sol donde han estado todos aquellos hombres y mujeres sobre los cuales se ha edificado la historia de nuestra civilización y donde hemos intentado convivir con mayor o menor éxito. 

Un pálido punto azul mimetizado en la infinidad del espacio exterior que podría pasar por una estrella cualquiera o incluso por una pequeña partícula incrustada en la lente de la cámara. Toda nuestra felicidad, el conjunto de nuestras tristezas, todo el amor existente, la exuberancia de los rincones más exóticos, los lugares más hostiles, cada conquistador que hizo correr ríos de sangre para impones su hegemonía, las culturas, ideologías, opiniones, creadores, destructores, héroes, villanos, todos los reyes, cada uno de los plebeyos y absolutamente todas las personas de la historia de la humanidad han vivido ahí. En ese diminuto píxel. Pero sobre todo se trata de un píxel que es nuestro único y verdadero hogar. Un píxel que nos recuerda lo absolutamente insignificantes que somos.

19 de junio de 2015

Ódiame, pero no me olvides


Quiero que me odies. Sí, me has oído bien, ódiame mucho. Que el odio que sientes por mí sea la razón por la que te despiertas cada día, el motor por el que te mueves y la motivación para levantarte al día siguiente para seguir odiándome más. Quiero que me odies, que no dejes de odiarme y que, cuando quizá la causa de tu odio sea un vago recuerdo, me sigas odiando. Que los buenos recuerdos sean impregnados por el desenlace de un final cuyo guionista no atravesó por un buen día.

Quizá no te lo he dicho, pero quiero que me odies. Un odio sano, si es que eso existe, como la envidia sana. Un odio que sea  la prueba de fuego de que no he caído presa del olvido. Quiero que me tengas rencor, mucho rencor, no te cortes en cuanto a proporción. Un rencor que tire por la borda aquellos te quiero que un día significaron un mundo y aquellas conversaciones en las que el tiempo no parecía hacerlo tanto. Quiero que me tengas odio y resentimiento porque el olvido hiere más que el rencor.

Sería bueno que empezaras a odiarme. Que tu odio sea la salida de ese atajo que viene directamente por la calle del amor. Ódiame mucho, casi tanto como un día creíste quererme. Ódiame a todas horas, sin medida ni piedad y no dejes de hacerlo ni con prescripción médica. Ódiame por esas noches de relatos inconfesables, por esas tardes de caminos interminables o por esas mañanas de recuerdo inolvidable. Te pido que me odies, que me odies mucho pero, por lo que más quieras, no me olvides.

24 de mayo de 2015

Te quiero, pero no te necesito


Era una acalorada mañana. La adherencia de las sábanas así lo indicaba. La última rosa que había florecido y el canto de la chicharra eran la prueba de fuego de que la primavera estaba acabando. Y el comienzo del verano. Temerosos, los primeros rayos de sol entraban tímidamente por el hueco que separa la persiana y el alféizar de la ventana, inundando toda la estancia. El atronador canto de los pájaros y el ruido de las hélices del ventilador sustituyeron al despertador esa mañana. Era hora de levantarse. Mejor así, porque aquello de estrellar el ventilador contra la pared no parecía la mejor forma de comenzar la mañana.

Sin embargo, todos esos elementos quedarían impregnados de insignificancia si miro a mi derecha. Ahí estás tú, durmiendo plácidamente, incauta ante el inminente comienzo de lo que será un nuevo día. Es en ese momento cuando toda la luz que ha entrado ferozmente se diluye en la oscuridad. Todo ocurre de forma tan rápida que incluso la ropa que cuelga de la silla queda engullida por la penumbra en la que se ha confinado la habitación. No parece una pesadilla, pero sí una sobredosis de realidad. Todo lo que creía tan sólido ha desaparecido. Lo que parece el motivo de la felicidad de una persona corriente se ha evaporado en cuestión de segundos. Algo que lleva irremisiblemente a plantearnos que nada dura lo suficiente para contarlo.

Todos tenemos derecho a ser felices. Pero no nos confundamos. No hay que pagar un precio excesivamente alto por la felicidad. Ni hacer a otra persona que lo pague por nosotros. La felicidad es efímera. Según estudios científicos, dura pequeños instantes, imperceptibles fracciones de segundo. No merece la pena hipotecarse para ser feliz. Estar con una persona implica construir un futuro juntos, no destruir una ilusión. Es cimentar sobre la sólida base de la felicidad ya existente, pero no edificar sobre una frágil necesidad. Porque es precisamente ahí, cuando aparece el factor necesidad en la ecuación, el momento en que todo se desmorona como un castillo de naipes.

Si no somos felices solos, jamás lo seremos con alguien. Tiene lógica. Una relación sirve para disfrutar, crecer, aprender y para ser más felices. Pero no para ser felices. No somos la media naranja de nadie. Ni nadie es nuestra media naranja. Nacemos siendo naranjas enteras y maduras. No todas tan maduras, pero en esencia es así. Y parafraseando a John Lennon: Nadie merecer cargar en su espalda la responsabilidad de completar lo que nos falta

Querer a alguien consiste en mirar a esa persona cada mañana y bendecir el instante en que se cruzó en nuestra vida. Es verte reflejado en sus ojos y sentirse invadido por una narcótica inyección de bienestar y satisfacción. No es haber encontrado a la persona perfecta. Es haber encontrado con la que formas la pareja perfecta. Es levantarte y, al ver el hueco de la cama vacío, ser igualmente feliz. Y aprender a serlo cada día a pesar de la erosión que nos producen las decepciones, el desazón generado por las malas experiencias y la esperanzadora idea de que algún día esa naranja entera te encontrará. O mejor dicho, os encontraréis. Porque es inevitable: ocurrirá. Más tarde o temprano, así será. Y mientras llega ese anhelado momento, aprended a ser felices valorando cada matiz y momento con el que la vida nos obsequia. Eso es todo. Ahí reside la auténtica felicidad.

12 de mayo de 2015

Cómo saber si le gustas a alguien en 10 sencillos pasos


La pregunta cuya respuesta resulta más anhelada por toda la humanidad junto a ¿Hay vida después de la muerte? o ¿Estamos solos? ya tiene respuesta. Saber si le gustamos a esa persona que nos gusta tanto ha sido un interrogante responsable de más de un quebradero de cabeza, noches de insomnio y alguna que otra margarita deshojada. No obstante, saber con certeza si le gustamos a esa persona que tanto nos atrae ha dejado de ser un problema. A continuación, os presentamos una propuesta de diez opciones que nos ayudarán a dilucidar si esa persona tan especial está por nosotros.

1. No se cambia de acera cuando te ve: No me refiero a que cambie su sexualidad cuando te ve, sino en sentido literal. Si vas por la calle y esa persona no sale corriendo, saltándose varios semáforos, poniendo en peligro su integridad física con tal de no verte, es que vas por buen camino. Roma no se hizo en un día.

2. No te bloquea de todas las redes sociales: Este punto nunca falla. Si ese chico o chica que tanto te gusta, te tiene agregado en todas las redes sociales, es que vas por buen camino. Si no ha erigido una barrera de hormigón armado en forma de bloqueo, la cosa tiene dirección de acabar en buen puerto. Y si te responde cuando le hablas o, mejor aún, te pone un XD al final de los mensaje, tenlo claro. Está por ti.

3. Te dice abiertamente que le gustas y/o se queda desnudo/a ante ti: Sé que no puede parecer evidente, pero esto siempre funciona. Según los últimos estudios, siempre que una persona se queda como Dios lo trajo al mundo delante de la otra, es síntoma inequívoco de interés. O tal vez, es que no tiene dinero para comprarse ropa. Y si te dice que le gustas, es muy buena señal, siempre y cuando no añada al final como amigo.

4. No pone cara de asco al verte: Lo de tocarse el pelo, sonrojarse o desviar la mirada es un clásico, pero su eficiencia no ha sido confirmada científicamente. Ahora bien, si cuando esa persona te ve, no pone la misma cara que cuando huele un zurullo, es que vas por el buen camino.

5. Te pone emoticonos al hablar contigo: Este punto es una consecuencia directa del segundo, anteriormente comentado. Si tienes la suerte de que esa persona no te ha bloqueado de todas las redes sociales y, es más, tiene el inmenso detalle de responderte los mensajes, no hay duda de que todo va viento en popa. Sin embargo, si acompaña sus mensajes del icono de una carita feliz, estás enhorabuena. Y si pone una cara sacando la lengua, es matemático: has encontrado al amor de tu vida.

6. Te adula o admira en exceso: Para los que veáis Mujeres, hombre y viceversa, adular significa agasajar, elogiar o alabar. Si esa persona no deja de piropearte, de decirte lo mucho que le gusta estar contigo, que le gustan tus pantalones o lo que hay debajo de ellos, la cosa tiene buena pinta. O sea, que si te dice quince piropos al día y aún no te has dado cuenta, espabila.

7. Te da Likes en fotos de hace quince años: Si un día te sorprende en Facebook un Me gusta de una foto que ni te acordabas de que existía, puede ser que alguien se aburra mucho o que tenga mucho tiempo libre. Pero si se trata de esa persona que sospechamos que va detrás nuestra, la cosa está clara: le gustamos. Eso o que esa persona también tiene mucho tiempo libre. Y si la foto es de tu época cani, aún más motivo.

8. Te habla a todas horas: ¿Alguna vez alguien os ha hablado 25 horas al día durante todos los días por WhatsApp? Pues, de ser así, hay una pequeña posibilidad de que esa persona quiera algo con vosotros. Ah, y si es para pediros apuntes de la Universidad, no vale.

9. Te dice que quiere ponerle tu nombre a sus hijos: Esta es un clásico. Si te llamas Hermenegildo o Sisebuta y la otra persona te dice que quiere ponerle tu nombre a sus hijos, o le atraes mucho o tiene un gusto pésimo.

10. Te pone muchas A en el Holaaaa: Obviamente, no es lo mismo un Hola así seco y frío que un Holaaaaaa, con muchas A, un Olaaaaa sin H o un Holaaaaa! con signo de exclamación al final y todo. Aquí la ecuación es sencilla, el número de A en el Hola es directamente proporcional a las ganas que la otra persona tenga de acostarse contigo.

Esto ha sido todo. Por supuesto, no hay que cumplir todas las condiciones expuestas anteriormente para saber a ciencia cierta que le gustamos a la otra persona, pero si se dan más de la mitad, puedes estar tranquilo/a. Y si no las cumples, mejor dedícate al juego. Ya saben lo que dicen: Desafortunado en el juego, millones que pierde.

20 de abril de 2015

El 98% de las casetas de la Feria de Abril son privadas


Llega la Feria de Abril de Sevilla y, con ella, los paseos en caballo, el olor a albero impregnado en los farolillos, las estruendosos decibelios de los célebres cacharritos y el rebujito. Pero también llega la inflación generalizada de comidas y bebidas en el recinto ferial, el caciquismo instaurado en las casetas más chic y el postureo más tenaz que tiene lugar en la capital hispalense.

¿Sabías que de las 1.047 casetas que forman el Real, tan sólo 19 son públicas? O dicho de otro modo, ni siquiera el 2% de dichas casetas son públicas. ¿Quiere esto decir que podrás disfrutar de una amplia oferta de casetas, cada cual acorde con los distintos gustos particulares de cada persona? No, exactamente. Si como la inmensa mayoría de las personas mortales, contar con una caseta excede tu presupuesto, lo más adecuado sería abandonar esa idea. Y si vienes desde Carolina del Sur y por alguna extraña razón no eres socio de la caseta del Club Labradores, puede que tengas que plantearte que la Feria de Abril no sea tu sitio.

La Feria de Abril no es más que la máxima expresión del postureo en Sevilla. Reconozcámoslo: pasear en caballo a la vertiginosa velocidad de 1 km/h, mientras vas oliendo las heces del pobre animal detrás de un conductor que no gana ni la quinta parte de lo que cuesta el dichoso viaje no mola una mierda. Lo que mola realmente es hacerse la foto de rigor para que todos vean tus ostentosos gustos. Estaréis de acuerdo que esto no mola tanto como observar a los canis pegándoles puñetazos a las máquinas de la Calle del infierno o los grabados de los dibujos de las atracciones que guardan un fiel parecido con la realidad. Pero bueno, se hace lo que se puede.

Las casetas no son como tu casa. Olvídalo. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. En tu casa no tienes que pagar una cuantiosa cuota para que te dejan entrar. Bueno, si tienes una hipoteca, sí. De asociaciones, clubes, peñas e incluso partidos políticos, su variedad es casi tan amplia como su clasismo. Si te quieres adentrar en casetas pensadas para el proletariado como la del Club Náutico o la colegas de Wilfredo el Velloso (en serio, hay una llamada así), te sugiero que midas tu forma de vestir. Entiéndeme, encajar socialmente es lo primero. Imaginarse el drama de que, al entrar, comprobáis que todo el mundo lleva un chaleco anudado al cuello y vosotros no. Menuda putada...

A ti, viajero procedente de Carolina del Sur (o del Norte, lo mismo da) si hubiera que darte un consejo para sobrevivir pasarlo en grande en esta siempre humilde Feria de Abril, ideada para que todos los escalafones sociales puedan disfrutar, te diría que quedes con tus amigos en cualquier sitio, excepto en la portada. Como si quieres quedar en un sitio concurrido de gente que no para de trabajar, como podía ser una sede del PP. Pero lo dicho, lo recomendable es no quedar en la portada. Suele ser complicado para encontrar a tus amigos cuando otras 200.000 personas también han quedado allí con los suyos.

Y no se podía concluir este artículo sin hablar del néctar mágico en la Feria de Abril, el combustible de todo peregrino: el rebujito. Con un precio por jarra que oscila entre los 8 euros, no se puede abandonar la Feria sin dejarse 2 euros para disfrutar de una mini copa. El rebujito es como el calimocho, pero en versión andaluza. Y no, no es una frase sacada de 8 apellidos vascos. Beber rebujito es como votar: lo hacemos una vez al año y nos sentimos mal si no lo hacemos, aunque de poco sirva. Pero no todo podía ser malo, después de todo, la Feria contribuye a generar puestos de trabajo por una semana, aumentar la forma físicade los caballos a costa de nuestro peso y observar a nuestro alcalde apretando un botón para que se enciendas las luces de la Feria. Para que luego digan que tener enchufe no sirve de nada.

@joseangelrios92

1 de abril de 2015

Tipos de Me gusta


Parece que el mundo está evolucionando hacia la lógica: Molas más cuantos más likes tengas en tus fotos y estados. Evolucionar o involucionar, según se mire. Si eres de aquellos que se dan Like en sus propias publicaciones, un búnker desprovisto de recursos durante los próximos diez años no es el peor destino. No moláis una mierda. Si empleas todos tus morritos encantos y te esmeras en poner una foto que se queda con dos tristes likes, convéncete de que no vales para ello. Así es la vida: hay gente que vale para descubrir la vacuna que salve la humanidad y otra que vale para obtener likes. No hay vuelta de hoja.

Porque todos sabemos que a Tuenti no le salió bien la jugada de incluir el botón Me gusta en su enésimo intento por imitar a Facebook. Luego llegó Instagram, lo adaptó y ganó varios miles de adeptos, entre los que me llena de orgullo admitir que no me encuentro yo. Porque el negocio del tráfico de likes sustituirá en los años venideros al siempre lucrativo tráfico de estupefacientes: de los creadores del like4like, llega el follow4follow, y de ahí muy inteligentemente derivó el insta4insta. ¿Alguien me puede explicar qué carajo es eso? ¿Y cuándo llegará la mente lúcida que invente el follo4follo? ¿Nadie se da cuenta de que eso sí sería realmente un negocio redondo? Porque los likes dicen más de nosotros que cualquier estudio psiquiátrico forense emitido por la CIA. Y ya que estamos, ¿por qué no analizamos todos los tipos de likes que se encuentran en el competitivo mercado de las redes sociales?

El like dis-like: Alguien pone un estado del tipo Mi novio/a me ha dejado, Me han despedido del trabajo y, siempre con nuestra buena fe, le damos a Like para consolarlo, aunque en realidad parezca que nos estamos alegrando por su desgracia. No lo hagáis por favor, quedáis muy mal.

El like you: Cuando esa persona que te gusta tanto sube una foto en la que deja patente todo su encanto y le damos Like con todo el descaro del mundo, a modo de declaración pública, como queriendo decir: Lo que me gustaría de verdad sería foll...

El like para quedar bien: Un amigo pone un estado de aproximadamente 122 líneas contando cosas de su vida en sumerio arcaico que, a decir verdad, nos importan una mierda. Le damos a Me gusta para quedar bien, por compasión y porque los amigos están para todo. O eso dicen.

El like cabrón: Sería lo opuesto del like anterior. Pongámonos en situación. Hay una discusión en una foto o estado de Facebook y alguien arremete con un argumento que deja noqueado al oponente. Ahí apareces tú y le das Like a ese ocurrente comentario, pero a hurtadilas, a escondidas, con alevosía y sin que nadie se percate. Sería un Zasca en versión Facebook

El like-self: Consiste en hacerse un auto Me gusta. Como se ha dicho antes, este tipo de personas son los que ven La alfombra roja los sábados por la noche y son socios del Getafe. Pertenecen a un escalafón social de difícil catalogación, como cuando nuestros padres se hacen Facebook.

El like stalker: Te pasas las noches en vela viendo las fotos que esa persona subió en 1993. Vale, es cierto que entonces no existía Facebook, pero aún así las vemos. Y, sin saber por qué, le damos sin querer a Me gusta. Rogamos a todos los santos que no lo vea en los dos segundos que tardamos en quitarlo. Si no, espetamos un Tierra, trágame y siempre nos quedará el destierro más lúgubre en la isla de Elba con los que se hacen auto-like.

El like flojo: Ocurre cuando le comentamos un estado o una foto a alguien y esa persona nos contesta. Le damos a Like a su respuesta en sustitución de una respuesta más currada para quedar bien. Equivaldría a un: De acuerdo, pero no tengo ganas de responderte.

El like postureo: Típico caso de que un amigo comparte un estudio realizado sobre los tipos de minerales y las bacterias que existen en la jungla de Vietnam y le damos a Me gusta. Como diciendo, ¿Te creías que no lo sabía?

El like avalancha: Alguien postea un estado que nos gusta y, al querer darnos cuenta, hemos muerto sepultados por un alud de  198 comentarios. En ese momento, al inventor del botón Detener notificaciones le haríamos un monumento como al que inventó la coca-cola para combatir la resaca.

El like sincero: Como personas agradecidas y cívicas, sabemos valorar el enorme trabajo de alguien que pone algo con lo que estamos absolutamente de acuerdo o ha hecho el titánico esfuerzo de subir una foto en la que salimos irresistiblemente bien. Like del tirón.

Este es el arma más letal del siglo XXI: el like. Cuando alguien te da Like es como cuando en el colegio te aceptaban en el grupito de los guays o como cuando te hacía caso la persona que te gustaba. Y eso que aún no existe el botón No me gusta. El mundo aguarda con temor el día que el señor Zuckerberg se levante con el pie izquierdo en su mansión de Florida de 500 metros cuadrados con la genial idea de incluir el No me gusta en Facebook. Y luego lo copiará Instagram. Y luego Tuenti, ah no, que ya no existe. Y luego caerá un asteroide que aniquile a la especia humana, pero eso será un mal menor.

Fuente: Moderna de pueblo (12/3/2015) Tipos de likes. Revista Cuore.

2 de marzo de 2015

3 + 2 son 7. Quién me lo iba a decir...


Jamás pensé que iba a parafrasear a Fran Perea en el título de un artículo. No me lo tengáis en cuenta. Dicen que en la mafia es fácil entrar pero lo difícil es salir. O se sale con los pies por delante. Parece que ese aforismo no va a ser aplicable al caso de la universidad, a la cual va a ser difícil entrar, pero más difícil salir. Para comprobar esta dramática realidad, sólo hay que adentrarse en la vida universitaria y enumerar la cantidad de personas que no pueden sufragarse sus estudios. La Ley de Murphy argumenta en unos de sus corolarios que las desgracias nunca vienen solas y que si algo tiene tendencia a ir mal irá mal irremediablemente. Estamos en lo cierto.

El lingüista estadounidense Noam Chomsky postula que una de las estrategias más extendidas por los gobiernos para manipular y someter a la población es introducir los cambios de forma progresiva, poco a poco, de modo que estas nuevas medidas vayan haciéndose tangibles a largo plazo y que no se noten sus efectos de forma rápida. Alguien en el Partido Popular debió pensar de este modo, aunque le salió el tiro por la culata. Un tiro metafórico como esa culata, lamentablemente. De forma ruin, despiadada y lamentable, el nuevo sistema universitario coloquialmente conocido como 3+2 es una prueba fehaciente de la manipulación a la que el Partido Popular está sometiendo a la comunidad universitaria. Y luego hay gente que se sorprende de la fuga de cerebros.

Si Bolonia no hizo más que implementar el neoliberalismo y el espíritu competitivo en la Universidad, el nuevo sistema 3+2 sería como irse de copas con Ronald Reagan y Margaret Thatcher juntos. Copas de martini con arsénico, dicho sea de paso. La reducción a tres años del grado y la ampliación a dos años del máster no es más que un pretexto para precarizar la educación, aborregar a la sociedad y convertir lo que realmente es la formación en un lucrativo negocio. El nuevo modelo, que entraría en vigor en 2017, consiste en aumentar a dos años los másters. Actualmente, el precio de dicho curso puede llegar hasta los 6.000 euros anuales, de forma que podría aumentar hasta los 12.000 euros. Análogamente, los grados, es decir, las carreras pasarán de cuatro a tres años, lo que significará la desaparición de muchas asignaturas, el embotellamiento de otras tantas y, en resumidas cuentas, un nivel de formación mucho menor. 

España tiene una salida. Y se llama Barajas. O San Pablo, si eres de Sevilla. Pero dada la carestía económica de las generaciones recién graduadas, será difícil hasta costearse un billete de avión. Los actuales graduados que, si han tenido suerte han encontrado un puesto de encargado en el Burger King más cercano, cuentan con cuatro años de educación universitaria. Aquellos que se graduen con el sistema 3+2 en vigor tendrán únicamente tres años de formación. Parece evidente que un puesto de tanta responsabilidad como de encargado en el Burger King de la esquina de casa está por encima de nuestras posibilidades. Esta expresión tan trillada empieza a tocarme seriamente la moral.

¿Resulta tan descabellado pensar que al Gobierno no le interesa que la gente pueda costearse la Universidad? O mejor dicho, que puedan subsanarse los estudios sólo las clases con mayor desarrollo socioeconómico. ¿Será que esto no es más que una nueva tentativa para convertir la Universidad en una institución elitista al servicio de los sectores sociales con más recursos? Lo único cierto es que el nuevo sistema no crea profesionales más formados, ni en consecuencia más puestos de empleo, ni por supuesto un paso más para salir de la crisis. Sólo hundirnos más y más en el lodo. 3 + 2 son siete, o sea, siete años de paro. Y eso con suerte.

25 de febrero de 2015

El palo de selfies se inventó en 1995 y a nadie le gustó


En las pasadas navidades, el regalo estrella no han sido las zapatillas con lucecitas de colores para los niños, ni el célebre roscón de Reyes y, por extraño que parezca, tampoco la barbie siliconada con tacones del Bershka. Lo que lo ha petado y sigue petando hasta ahora es el dichoso palo del selfie. La gente está repleta de ilusión con este nuevo invento. Y no lo entiendo. Sólo es un palo. Hacienda (que somos todos, aunque unos menos que otros) nos mete un palo cada mes y la gente no se emociona tanto. ¿Y en qué consiste el invento del siglo? Porque no cabe duda de que estamos ante el gran descubrimiento de nuestra era, por encima del doble check azul en WhatsApp. Básicamente, se trata de un palo retráctil con un mecanismo al extremo que sujeta el teléfono para hacer la captura. Y ya está. Y el calimocho es coca cola con tinto.

Pero eso no es lo grave del asunto. Según se han hecho eco muchos medios en Japón, el jodido altamente interesante palo de selfies fue recogido en un libro llamado Inventos estúpidos de Japón allá por el año 1995. Y a la gente entonces le pareció una gran mierda. Se puede decir que pasó muy inadvertido entre el siempre exigente público nipón. ¿Por qué nadie le dijo a ese japonés que lo patentara? Es decir, la sociedad está flipando actualmente por un objeto que era una mierda hace veinte años. ¿Qué va a ser lo próximo, inventar el troncomóvil? ¿Volver a los móviles tamaño ladrillo? Muchos diréis que ahora los teléfonos parecen baldosas, pero dado el ritmo en que está involucionando el mundo, no sería de extrañar.

La sociedad retrocederá dos décadas. Médico de Familia volverá a emitirse en televisión, conduciremos un Opel Kadett, se volverá a implantar la mili, Lou Bega volverá a los escenarios y el Betis seguirá sin ganar la Liga. Pero no pasará nada. Al menos, tendremos un palo de selfie para inmortalizar nuestro risotto con boletus y albahaca para posturear mostrarlo socialmente. Y cuando la gente le dé like, ya lo habremos digerido. Y no es que los selfies se inventaran en 1995. Existen desde que el mundo es mundo, casi tan antiguos como las pinturas rupestres os Jordi Hurtado. El selfie se inventó cuando a alguien se le ocurrió la idea de hacerse una foto by himself.

El caso ha trascendido las fronteras que separan lo coherente y lo irrisorio. El museo Thyssen ha prohibido la entrada de estos artilugios, dado que la gente patosa podría dañar severamente las obras que en ellos se muestran. O sea, al lado del cartel de No se admiten perros, pondrán el de No se admiten palos de selfie. Y es algo positivo. Porque estoy seguro de que Picasso se retorcería en su tumba si viera a la gente apuntando el Guernica con un palo de metal. Y yo también lo haría. Pero que no llegue la sangre al río. Porque, a partir de ahora, a nadie le importará decir que se ha llevado muchos palos.

16 de febrero de 2015

Ciudadanos: El Coleta de la Derecha


Joven, guapo, audaz, valiente e inteligente. Albert Rivera lo tiene todo para triunfar en política y lo está logrando. Tenía apenas 27 años cuando postuló a la Generalitat de Catalunya y llamó la atención posando desnudo en un cartel propagandístico. No creo que a Jordi Pujol le hubiese funcionado pero a Rivera sí, quien consiguió repercusión en la prensa nacional e internacional. Fue electo diputado autonómico y su partido se convirtió en la sexta fuerza política de Cataluña. Desde entonces ha sido un fiero defensor de la unidad de España, una valentía destacable puesto que se ha enfrentado a todo un pueblo apasionado por el sueño de la independencia.

Su movimiento quiso dar el salto nacional en 2008, con escaso éxito, por lo que continuó siendo una fuerza básicamente regional. Sin embargo, tras el fulgurante éxito electoral de Podemos en las elecciones europeas, el partido de Albert Rivera ha comenzado a cosechar parte de ese descontento general con el gobierno de Mariano Rajoy, posicionándose en un expectante cuarto lugar tras PP, Podemos y PSOE. Surge entonces la pregunta común “¿Dónde está situado Ciudadanos? ¿Es de izquierdas o de derechas?”.

A Albert le encanta esa indefinición y la fomenta porque sabe que así puede cosechar dentro del electorado descontento del PP y del PSOE, incluso ha llegado a asegurar, en una entrevista a el Periódico de Cataluña, en el que se define, dentro de Cataluña, como de centro-izquierda, pero da a entender que en el ámbito nacional es de centro-derecha. ¿Quién lo entiende? ¿Derechas o izquierdas? La verdad es que esta estrategia le está dando estupendos resultados electorales.

Albert Rivera nos dice que en la actualidad hay dos partidos viejos con ideas viejas (PP y PSOE) y dos partidos nuevos, uno con ideas viejas (Podemos) y otro con ideas nuevas (Ciiudadanos). Sin embargo, basta dar un vistazo a sus propuestas para darse cuenta que es un partido netamente liberal, una ideología que podemos rastrear hasta el siglo XVIII, es decir, tan “nuevo” no es.

¿Cómo podemos determinar cuando un partido es derechas o de izquierdas? En general es relativamente sencillo, debemos ver si sus propuestas van dirigidas a mejorar la vida del ciudadano, en cuyo caso sería un partido de izquierdas; o si lo que se busca es mejorar la eficiencia del Estado, en cuyo caso, sería un partido de derechas. Ciudadanos busca construir un Estado pequeño y eficiente donde la empresa sea el motor del desarrollo. Es obvio que es un partido de derechas.

Para un político de derechas, lo importante es la eficiencia del Estado, no que las personas tengan salud, educación y vivienda, porque entienden que cuando un Estado es eficiente, esos beneficios llegan solos. Lo opuesto piensan los políticos de izquierdas, creen que primero es la salud, educación y vivienda, y eso generará un Estado de bienestar.

Imaginemos a un hipotético padre de familia de derechas, él prefiere que sus hijos mueran de hambre o enfermedad pero que se cumpla puntualmente con el banco para así mantener el crédito familiar. Por el contrario, un hipotético padre de familia de izquierdas no paga sus deudas pero da de comer a sus hijos y los atiende si están enfermos, pero luego viene el banco, los desahucian a todos, se van a vivir debajo de un puente y se mueren todos de frío.

Ciudadanos propone, en términos generales, lo mismo que el PP, la diferencia es que piden reducir el número de Ayuntamientos de 8.000 a 1.000, también los cargos de confianza, y diversos cargos públicos, evitando la duplicidad. En suma, un Estado pequeño. Además, fomentaría a los empresarios, para que sean ellos los que creen nuevos puestos de trabajo. También proponen una lucha frontal contra la corrupción que ha proliferado en los últimos gobiernos “fuera corruptos de la instituciones” proclama su ideario.

El surgimiento de Podemos ha hecho temblar a la izquierda establecida en España, PSOE e IU han visto tambalear sus estructuras, y en vez de reacomodarse para enfrentar las elecciones que están por venir, han comenzado luchas intestinas que no están haciendo sino debilitarlos aún más. La izquierda va hacia los procesos electorales, dividida, y enfrentarán a un PP sólido y unido con Mariano Rajoy. Es por eso que la aparición de Podemos ha sido recibida con gran satisfacción por el PP, ya que la división de la izquierda será un éxito para su partido.

Sin embargo, la izquierda, y el PSOE en particular, deberían alegrarse por la aparición de Ciudadanos, que está llamado a transformarse en el partido que divida a la derecha, que mine al PP y que reciba los votos de los jóvenes de derechas que buscan un país “en orden”, pero que ya están cansados de las mismas caras y de la corrupción del Partido Popular. Albert Rivera se viste siempre formal y le desagrada el contacto con el pueblo, su estilo es muy diferente al de Pablo Iglesias, pero ambos tienen algo en común, una coleta regeneracionista.

14 de febrero de 2015

La cultura del pelotazo: de Tony Montana al Pequeño Nicolás


Si nos paramos a pensar por un momento en la idiosincrasia subyacente a la cultura de Estados Unidos, será fácil dilucidar que las pretensiones personales responden al paradigma del Sueño Americano. Para tener una noción intuitiva del mismo, bastará con ver la legendaria cinta del director Brian de Palma, Scarface, protagonizada por Al Pacino. En ella, se cuenta la historia de un exiliado cubano, disidente del régimen de Fidel Castro que, como tantos otros, emprende un viaje hasta las costas de Miami en Florida, donde pasa por ser un humilde vendedor de perritos calientes a uno de los narcotraficantes más más peligrosos de la costa este.

Pero en España, las cosas son distintas. Aquí no tenemos a Al Pacino, sino al pequeño Nicolás. El negocio de la droga sólo tiene dos posibles finales: la cárcel o una bala en la cabeza y está pasado de moda. Aquí somos más partidarios de la cultura del pelotazo o, dicho de otro modo, conseguir un alto estatus social y económico, no gracias al esfuerzo personal, superarse a sí mismo y tonterías de esa índole, sino por no haber dado un palo al agua en la vida. Admitámoslo. Nadie se hace de oro trabajando de sol a sol. La cultura del pelotazo, tan afincada en España, no entiende estos méritos, logros o consecuciones personales. En España, se puede decir que alguien ha triunfado si ha conseguido un puesto de trabajo envidable por ser primo de este, cuñado de ese o yerno de aquel. Y no hay vuelta de hoja.

Para ser un buen español, hay que tener un traje italiano, un coche alemán y las cuentas en un banco suizo. Si pagas más impuestos que yo, eres un pringado. Si tu casa cuesta 200.000 euros y no te gastas 350.00 para costearte unas vacaciones en las Islas Caimán con Elvis Presley y Jesús Gil, no molas. Si has tenido que trabajar duramente para conseguir tus sueños y finalmente lo ha conseguido el oportunista de turno con parientes más influyentes, te jodes. Así es la vida. O mejor dicho: así es España. Personajillos tan ilustres como el Pequeño Nicolás personifican la cultura del pelotazo: un ser mitómano, que evoca todas estas sensaciones, con una contumacia que no conoce precedentes y que profesa mordaces idolatrías muy desalentadoras.

La atmósfera que vivimos provoca un gran desazón. Sin contar el paro desaforado, la galopante corrupción y una clase política que pierde adeptos casi tan rápido como ideales, España no es un país para tener una oportunidad. Haber sudado sangre para graduarse en Física queda eclipsado por haberse acostado con un torero. Hablar cinco idiomas no tiene nada que hacer si eres hijo de una tonadillera corrupta. Y tener un proyecto emprendedor no valdrá para nada si no eres conocido y nadie apostará un duro sobre ti. Así pues, bienvenido a España, la tierra de las desoportunidades.

@joseangelrios92