2 de marzo de 2015

3 + 2 son 7. Quién me lo iba a decir...


Jamás pensé que iba a parafrasear a Fran Perea en el título de un artículo. No me lo tengáis en cuenta. Dicen que en la mafia es fácil entrar pero lo difícil es salir. O se sale con los pies por delante. Parece que ese aforismo no va a ser aplicable al caso de la universidad, a la cual va a ser difícil entrar, pero más difícil salir. Para comprobar esta dramática realidad, sólo hay que adentrarse en la vida universitaria y enumerar la cantidad de personas que no pueden sufragarse sus estudios. La Ley de Murphy argumenta en unos de sus corolarios que las desgracias nunca vienen solas y que si algo tiene tendencia a ir mal irá mal irremediablemente. Estamos en lo cierto.

El lingüista estadounidense Noam Chomsky postula que una de las estrategias más extendidas por los gobiernos para manipular y someter a la población es introducir los cambios de forma progresiva, poco a poco, de modo que estas nuevas medidas vayan haciéndose tangibles a largo plazo y que no se noten sus efectos de forma rápida. Alguien en el Partido Popular debió pensar de este modo, aunque le salió el tiro por la culata. Un tiro metafórico como esa culata, lamentablemente. De forma ruin, despiadada y lamentable, el nuevo sistema universitario coloquialmente conocido como 3+2 es una prueba fehaciente de la manipulación a la que el Partido Popular está sometiendo a la comunidad universitaria. Y luego hay gente que se sorprende de la fuga de cerebros.

Si Bolonia no hizo más que implementar el neoliberalismo y el espíritu competitivo en la Universidad, el nuevo sistema 3+2 sería como irse de copas con Ronald Reagan y Margaret Thatcher juntos. Copas de martini con arsénico, dicho sea de paso. La reducción a tres años del grado y la ampliación a dos años del máster no es más que un pretexto para precarizar la educación, aborregar a la sociedad y convertir lo que realmente es la formación en un lucrativo negocio. El nuevo modelo, que entraría en vigor en 2017, consiste en aumentar a dos años los másters. Actualmente, el precio de dicho curso puede llegar hasta los 6.000 euros anuales, de forma que podría aumentar hasta los 12.000 euros. Análogamente, los grados, es decir, las carreras pasarán de cuatro a tres años, lo que significará la desaparición de muchas asignaturas, el embotellamiento de otras tantas y, en resumidas cuentas, un nivel de formación mucho menor. 

España tiene una salida. Y se llama Barajas. O San Pablo, si eres de Sevilla. Pero dada la carestía económica de las generaciones recién graduadas, será difícil hasta costearse un billete de avión. Los actuales graduados que, si han tenido suerte han encontrado un puesto de encargado en el Burger King más cercano, cuentan con cuatro años de educación universitaria. Aquellos que se graduen con el sistema 3+2 en vigor tendrán únicamente tres años de formación. Parece evidente que un puesto de tanta responsabilidad como de encargado en el Burger King de la esquina de casa está por encima de nuestras posibilidades. Esta expresión tan trillada empieza a tocarme seriamente la moral.

¿Resulta tan descabellado pensar que al Gobierno no le interesa que la gente pueda costearse la Universidad? O mejor dicho, que puedan subsanarse los estudios sólo las clases con mayor desarrollo socioeconómico. ¿Será que esto no es más que una nueva tentativa para convertir la Universidad en una institución elitista al servicio de los sectores sociales con más recursos? Lo único cierto es que el nuevo sistema no crea profesionales más formados, ni en consecuencia más puestos de empleo, ni por supuesto un paso más para salir de la crisis. Sólo hundirnos más y más en el lodo. 3 + 2 son siete, o sea, siete años de paro. Y eso con suerte.