24 de mayo de 2015

Te quiero, pero no te necesito


Era una acalorada mañana. La adherencia de las sábanas así lo indicaba. La última rosa que había florecido y el canto de la chicharra eran la prueba de fuego de que la primavera estaba acabando. Y el comienzo del verano. Temerosos, los primeros rayos de sol entraban tímidamente por el hueco que separa la persiana y el alféizar de la ventana, inundando toda la estancia. El atronador canto de los pájaros y el ruido de las hélices del ventilador sustituyeron al despertador esa mañana. Era hora de levantarse. Mejor así, porque aquello de estrellar el ventilador contra la pared no parecía la mejor forma de comenzar la mañana.

Sin embargo, todos esos elementos quedarían impregnados de insignificancia si miro a mi derecha. Ahí estás tú, durmiendo plácidamente, incauta ante el inminente comienzo de lo que será un nuevo día. Es en ese momento cuando toda la luz que ha entrado ferozmente se diluye en la oscuridad. Todo ocurre de forma tan rápida que incluso la ropa que cuelga de la silla queda engullida por la penumbra en la que se ha confinado la habitación. No parece una pesadilla, pero sí una sobredosis de realidad. Todo lo que creía tan sólido ha desaparecido. Lo que parece el motivo de la felicidad de una persona corriente se ha evaporado en cuestión de segundos. Algo que lleva irremisiblemente a plantearnos que nada dura lo suficiente para contarlo.

Todos tenemos derecho a ser felices. Pero no nos confundamos. No hay que pagar un precio excesivamente alto por la felicidad. Ni hacer a otra persona que lo pague por nosotros. La felicidad es efímera. Según estudios científicos, dura pequeños instantes, imperceptibles fracciones de segundo. No merece la pena hipotecarse para ser feliz. Estar con una persona implica construir un futuro juntos, no destruir una ilusión. Es cimentar sobre la sólida base de la felicidad ya existente, pero no edificar sobre una frágil necesidad. Porque es precisamente ahí, cuando aparece el factor necesidad en la ecuación, el momento en que todo se desmorona como un castillo de naipes.

Si no somos felices solos, jamás lo seremos con alguien. Tiene lógica. Una relación sirve para disfrutar, crecer, aprender y para ser más felices. Pero no para ser felices. No somos la media naranja de nadie. Ni nadie es nuestra media naranja. Nacemos siendo naranjas enteras y maduras. No todas tan maduras, pero en esencia es así. Y parafraseando a John Lennon: Nadie merecer cargar en su espalda la responsabilidad de completar lo que nos falta

Querer a alguien consiste en mirar a esa persona cada mañana y bendecir el instante en que se cruzó en nuestra vida. Es verte reflejado en sus ojos y sentirse invadido por una narcótica inyección de bienestar y satisfacción. No es haber encontrado a la persona perfecta. Es haber encontrado con la que formas la pareja perfecta. Es levantarte y, al ver el hueco de la cama vacío, ser igualmente feliz. Y aprender a serlo cada día a pesar de la erosión que nos producen las decepciones, el desazón generado por las malas experiencias y la esperanzadora idea de que algún día esa naranja entera te encontrará. O mejor dicho, os encontraréis. Porque es inevitable: ocurrirá. Más tarde o temprano, así será. Y mientras llega ese anhelado momento, aprended a ser felices valorando cada matiz y momento con el que la vida nos obsequia. Eso es todo. Ahí reside la auténtica felicidad.

12 de mayo de 2015

Cómo saber si le gustas a alguien en 10 sencillos pasos


La pregunta cuya respuesta resulta más anhelada por toda la humanidad junto a ¿Hay vida después de la muerte? o ¿Estamos solos? ya tiene respuesta. Saber si le gustamos a esa persona que nos gusta tanto ha sido un interrogante responsable de más de un quebradero de cabeza, noches de insomnio y alguna que otra margarita deshojada. No obstante, saber con certeza si le gustamos a esa persona que tanto nos atrae ha dejado de ser un problema. A continuación, os presentamos una propuesta de diez opciones que nos ayudarán a dilucidar si esa persona tan especial está por nosotros.

1. No se cambia de acera cuando te ve: No me refiero a que cambie su sexualidad cuando te ve, sino en sentido literal. Si vas por la calle y esa persona no sale corriendo, saltándose varios semáforos, poniendo en peligro su integridad física con tal de no verte, es que vas por buen camino. Roma no se hizo en un día.

2. No te bloquea de todas las redes sociales: Este punto nunca falla. Si ese chico o chica que tanto te gusta, te tiene agregado en todas las redes sociales, es que vas por buen camino. Si no ha erigido una barrera de hormigón armado en forma de bloqueo, la cosa tiene dirección de acabar en buen puerto. Y si te responde cuando le hablas o, mejor aún, te pone un XD al final de los mensaje, tenlo claro. Está por ti.

3. Te dice abiertamente que le gustas y/o se queda desnudo/a ante ti: Sé que no puede parecer evidente, pero esto siempre funciona. Según los últimos estudios, siempre que una persona se queda como Dios lo trajo al mundo delante de la otra, es síntoma inequívoco de interés. O tal vez, es que no tiene dinero para comprarse ropa. Y si te dice que le gustas, es muy buena señal, siempre y cuando no añada al final como amigo.

4. No pone cara de asco al verte: Lo de tocarse el pelo, sonrojarse o desviar la mirada es un clásico, pero su eficiencia no ha sido confirmada científicamente. Ahora bien, si cuando esa persona te ve, no pone la misma cara que cuando huele un zurullo, es que vas por el buen camino.

5. Te pone emoticonos al hablar contigo: Este punto es una consecuencia directa del segundo, anteriormente comentado. Si tienes la suerte de que esa persona no te ha bloqueado de todas las redes sociales y, es más, tiene el inmenso detalle de responderte los mensajes, no hay duda de que todo va viento en popa. Sin embargo, si acompaña sus mensajes del icono de una carita feliz, estás enhorabuena. Y si pone una cara sacando la lengua, es matemático: has encontrado al amor de tu vida.

6. Te adula o admira en exceso: Para los que veáis Mujeres, hombre y viceversa, adular significa agasajar, elogiar o alabar. Si esa persona no deja de piropearte, de decirte lo mucho que le gusta estar contigo, que le gustan tus pantalones o lo que hay debajo de ellos, la cosa tiene buena pinta. O sea, que si te dice quince piropos al día y aún no te has dado cuenta, espabila.

7. Te da Likes en fotos de hace quince años: Si un día te sorprende en Facebook un Me gusta de una foto que ni te acordabas de que existía, puede ser que alguien se aburra mucho o que tenga mucho tiempo libre. Pero si se trata de esa persona que sospechamos que va detrás nuestra, la cosa está clara: le gustamos. Eso o que esa persona también tiene mucho tiempo libre. Y si la foto es de tu época cani, aún más motivo.

8. Te habla a todas horas: ¿Alguna vez alguien os ha hablado 25 horas al día durante todos los días por WhatsApp? Pues, de ser así, hay una pequeña posibilidad de que esa persona quiera algo con vosotros. Ah, y si es para pediros apuntes de la Universidad, no vale.

9. Te dice que quiere ponerle tu nombre a sus hijos: Esta es un clásico. Si te llamas Hermenegildo o Sisebuta y la otra persona te dice que quiere ponerle tu nombre a sus hijos, o le atraes mucho o tiene un gusto pésimo.

10. Te pone muchas A en el Holaaaa: Obviamente, no es lo mismo un Hola así seco y frío que un Holaaaaaa, con muchas A, un Olaaaaa sin H o un Holaaaaa! con signo de exclamación al final y todo. Aquí la ecuación es sencilla, el número de A en el Hola es directamente proporcional a las ganas que la otra persona tenga de acostarse contigo.

Esto ha sido todo. Por supuesto, no hay que cumplir todas las condiciones expuestas anteriormente para saber a ciencia cierta que le gustamos a la otra persona, pero si se dan más de la mitad, puedes estar tranquilo/a. Y si no las cumples, mejor dedícate al juego. Ya saben lo que dicen: Desafortunado en el juego, millones que pierde.