14 de junio de 2020

La osadía de la ignorancia


¿Nadie nos advierte de lo indigestas que resultan estas peroratas? Es más, ¿Irene Montero aún conserva algún ápice de dignidad? Lo de reconocer públicamente habernos engañado a todos, debe de ser peccata minuta. Y pese a todo, tiene los santos ovarios de ir dando lecciones de moralidad. Una ministra que permitió las manifestaciones del 8 de marzo a sabiendas del riesgo que ello conllevaba, no está legitimada para ser la portavoz —o portavoza— de la justicia social. Ni de nada.

Esta revolucionaria de chalé y servicio, que hace de su muro de Instagram su particular Komintern, es un insulto a la igualdad. Su discurso es tan pueril y vacío de contenido que encona los vellos de aquellos que aún disponemos de ese arma tan subversiva llamada sentido común. Porque su activismo de postureo y tablet sólo revela lo que es: una inepta que hace de la demagogia su negocio político, sin el menor fundamento ni la más mínima muestra de vergüenza.

Y ahí la tenemos en la tribuna, con sus poses fingidas de intelectual de mercadillo, creyéndose la mismísima Clara Campoamor. Mujer a la que, ni por clase política, convicción ni cultura, llegará a la suela del zapato.

Esta profesional de la mentira satisface diariamente con grandes dosis de regocijo los oídos agradecidos de los inocentes que creen sus embustes. No me cabe duda de que en sus votantes hay personas de buena fe. Gente justa y progresista que emitió su voto con la esperanza de tener un país mejor y sólo han encontrado a los mismos perros que han cambiado el collar celeste por el rojo y el morado. Politicuchos de tres al cuarto que prometían el oro y el moro —aunque este último vocablo pueda resultar ofensivo— en búsqueda del tan ansiado cambio. Un cambio que sí se ha producido, al menos para ellos. Han pasado de ir en metro a hacerlo en coche oficial. Para ser un buen podemita hay que ir en coche oficial.

Han sido meses muy duros y todo se lo debemos a los profesionales que han puesto su vida en peligro para salvar las nuestras. Cajeros, médicos, policías y enfermeros. Hombres y mujeres que estamos hartos de que nos dividan y enfrenten, haciendo gala del maniqueísmo más nocivo y enarbolando esos manifiestos sexistas a los que estamos ya tan acostumbrados. Pero no a ellos. Los políticos sólo son una casta a rebosar de privilegios, que ni tienen problemas, ni les interesan los nuestros.

@joseangelrios92