4 de octubre de 2015

Arriesgarse o morir


Hay quien dice que Más vale malo conocido que bueno por conocer. El que dijo eso poco romántico debía de ser. El pasado nos aporta estabilidad, serenidad y orden, lo que nos aferra a él. El futuro, en cambio, es desconocido, incierto, inestable. No saber a ciencia cierta los acontecimientos que nos esperan nos hace caer presa del pánico, mientras que la reconfortante tranquilidad de lo conocido nos sumerge en una narcótica sensación de tranquilidad. Y yo te pregunto: ¿qué prefieres, vivir más o vivir mejor? Es decir, ¿respirar durante muchos años o vivir momentos que te dejen sin aliento?

Muchas veces, no tomamos determinadas decisiones por miedo a fracasar, por temor a equivocarnos y, por qué no decirlo, por el angustioso presentimiento de pasarlo mal. Otras veces, el enemigo a combatir es esa punzada en el estómago a la que llamamos orgullo y que cobra más protagonismo implícito del que nos cuesta digerir, eliminar y, aún más difícil, reconocer. Como diría Marsellus Wallace en Pulp Fiction, ¡Es el orgullo que intenta joderte, a la mierda el orgullo!

Hace muchos años, alguien me dijo que las ocasiones las pintan calvas. Dejando a un lado cuestiones alopécicas, lo cierto es que, en muchos momentos, aparecen trenes que aguardan viajes apasionantes y trascendentales que cambiarán nuestras vidas diametralmente. Lo difícil no es tomar la decisión de embarcarnos en una aventura y arriesgarnos, lo difícil es identificarlos. Es posible que el destino paradisíaco que creíamos imaginar antes de embarcar no cumpla nuestras expectativas, pero jamás lo sabremos si no lo intentamos.

Así que arriésgate. En una propuesta de negocio en la que no confíes del todo. En un viaje cuyo sitio sólo conozcas de postales. Con esa persona con la que deseas que la vida te dé una segunda oportunidad para conocer nuevamente por primera vez. Con ese amigo cuyas pequeñas diferencias crearon grandes distancias. Con esas noches sin planes previstos y acaban siendo de las mejores de tu vida. Por todo ello y mucho más, haz un all in a la vida. No le des más vueltas. Coge el petate, pilla el tren y emprende tu travesía. Haz del camino que has emprendido el propio objetivo del mismo. ¿Qué más da lo que ocurra luego? Porque aunque exista la posibilidad de fracasar, más fracasado vas a ser si no lo intentas. Y porque si el viaje no te inunda de felicidad, piensa que siempre te podrás bajar en la próxima estación. Pero si no coges el tren, es difícil que vuelva a pasar otro.

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