En la vasta historia del cine, no han sido pocas las secuelas que han superado a las cintas originales. Títulos como El Padrino II, con más nominaciones y premios Óscar que su predecesora, es considerada la mejor entrega de la mítica trilogía de Francis Ford Coppola, basada en la novela homónima de Mario Puzo. Otros casos como Spiderman son diametralmente opuestos, siendo la segunda parte la más floja de la versión del intrépido superhéroe de Sam Raimi. Y todo ello según la crítica especializada. Pero, ¿es todo ello aplicable a la vida real? ¿Es posible volver a amar con la misma intensidad?
Cuando recuerdas a ese gran amor, todas las emociones ligadas a él tienden a asociarlo con El Padrino I. Aunque no la hayas visto. Su esencia es indescriptible; su guión, irrepetible; su elenco, inmenso y su banda sonora, imborrable. Ese recuerdo es tan único como especial y, aunque te gustaría evocar aquellos días con distinto protagonista e idéntico sentimiento, sabes que no es posible. Ni justo, dicho sea de paso. Guardas ese recuerdo con mimo, con la certeza de que todo ocurre por algo y que a las malas experiencias es mejor llamarlas constructivas. Por aquello de sentirse bien con uno mismo y tal.
Pero tampoco podemos quedarnos aferrados a El Padrino I dado que, pese a su magistral puesta en escena y legendarias actuaciones, el cine no termina ahí. Y aunque para deleitarse con El Padrino II, sea necesario haber disfrutado antes de la primera parte para comprenderla y valorarla, nuestra educación cinematográfica va a limitarse con creces si nos quedamos atrapados en la magnificencia de la original. Porque nos han inculcado desde tiempos inmemoriales aquello de encontrar al amor de nuestra vida y, tras haber sido golpeados con su arma de doble filo y hundidos con su cara menos amable, empezamos a pensar que ese amor de nuestra vida, tal vez, sea el que más agotados nos pilla. O tal vez, aquel que siempre nos ha estado esperando y que transforma las nefastas vivencias previas en aprendizaje.
Se trata de ese gran amor que sucede a otro gran amor, el que aterriza en nuestras vidas para propinarle un puntapié a todo lo anterior, al que observamos desde la perspectiva de la madurez, el que mitigará nuestra desdicha y que nos hace recordar que el destino nos tiene reservada una nueva oportunidad para ser felices. Un amor en forma de cóctel gourmet que, con ingredientes más suculentos que el primero, eliminará la toxicidad de aquello que nos oprimió con sus tenebrosos efectos para aportarle ese condimento de bienestar que necesitamos. También es ese amor que refrenará ese ritmo turbulento en una apacible travesía, el que convertirá la decepción en ilusión; la melancolía en sonrisas y el recuerdo en futuro.
Ajenos al indomable alud de sensaciones que se nos avecinan, estamos de par en par ante ese nuevo amor, que adopta la forma de la calma tras la tormenta, que nos hace entregarnos sin remisión con más confianza y menos cobardía que al anterior y el que hace que el remake nos haga olvidar al original. Una nueva historia, con más causalidad que casualidad, que resquebrajará esa hermética armadura en la que se refugió nuestro corazón para blindarse de historias que no merecen ser revividas. Será también el que nos enseñará que se puede volver a sentir algo aún mayor y el que transformará la memoria en una nebulosa lejana e inextricable. Y por supuesto, es un amor que merece todo el respeto del mundo, porque no ser el primero no significa perder la exclusividad, ni las ganas de embarcarse en una nueva aventura, quizá, hacia un horizonte más esperanzador.
@joseangelrios92
Sencillamente espectacular!
ResponderEliminarUna entrada tan excelente como real. Mi más entusiasta enhorabuena.
ResponderEliminarDesde hoy ya tienes a una nueva seguidora y espero que sea por mucho tiempo.
Es curioso que cuando aprendes realmente a vivir, estás muy cerca del final, aunque hayas tenido vivencias de casi todo tipo...
Saludos.
Mari Carmen.
Un placer, Mari Carmen. Me entusiasma tu comentario y celebro realmente que te haya gustado mi entrada. Bienvenida a La poca razón. Pasa y ponte cómoda.
EliminarUn fuerte abrazo y mil gracias.
José Ángel Ríos.