27 de octubre de 2015

Ciudadanos y la fábula de la liebre y la tortuga


Doy por sentado que todos ustedes conocen la fábula de la liebre y la tortuga: en una carrera, la liebre es tan rápida que se permite el lujo de comerse una zanahoria en la línea de meta al saberse ganadora mientras ve como la tortuga, tranquilamente, pasa por la línea de meta antes que la liebre.

Como toda fábula, siempre tiene su moraleja o enseñanza: no subestimes al rival. Algo así sucede en la actual situación entre Ciudadanos y Podemos, los dos partidos emergentes que prometían acabar con el bipartidismo sustentados en los dos grandes partidos: PP y PSOE.

En un contexto de drama social fruto de políticas impuestas por ambos partidos en sendos gobiernos y el posterior cruce de declaraciones y reproches entre ambos, Podemos surgió de ese descontento como una alternativa a ambos partidos, aunque ya estaba Ciudadanos en Cataluña pero con un papel irrelevante.

De hecho, se pensó en Podemos como la canalización del 15-M en las instituciones, algo que puede parecer incoherente ya que el 15-M se proclamaba como movimiento ciudadano distinto al resto de partidos existentes. 

Tal fue su irrupción que, enseguida, los medios empezaron a encumbrar la figura de éste partido tras sorprender en sus primeros comicios en las elecciones al Parlamento Europeo donde, con 5 escaños, parecía comenzar la llegada de una corriente distinta a la existente en la política convencional.

Mientras, Ciudadanos iba tras el rebufo de Podemos, como partido nuevo pero más moderado o, como ellos se hacen llamar, de centro. Mientras las investigaciones de medios de la derecha se centraban en los casos en los que personalidades de Podemos como Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón se habían visto envueltos, Ciudadanos presumían de una limpieza que ni ellos tenían, pero contaban con que los focos apenas apuntaban a ellos.

Pero ese protagonismo de Podemos ya es historia, y los mismos medios que, para bien o para mal, hicieron por encumbrarles, ahora les dejan en un segundo plano y, ahora si, enfocan al partido de Albert Rivera, presentándole como partido moderado de centro cuya inclinación hacia la derecha o la izquierda aún se debate aun siendo algo tan irrelevante como banal.

Nadie se acuerda de la militancia de su líder en uno de los dos mastodontes a los que quieren derribar, ni las cuentas en Suiza de Javier Nart, cara visible en los debates. Por supuesto, se podrán imaginar quién salió ileso de las primeras incursiones de las nuevas formaciones en los distintos hemiciclos donde han comenzado a tener presencia.

Con otro nombre, Podemos ha logrado alcaldías no exentas de polémica en ciudades como Madrid, Barcelona o Cádiz, pero Ciudadanos ha actuado como partido bisagra en gobiernos autonómicos como en Andalucía o en la Comunidad de Madrid apoyando a los dos grandes de la vieja política.

Eso debería suponer descrédito para Ciudadanos, pero ahora los medios les amparan donde antes estaban a la sombra. El desgaste de Podemos junto con su pretensión de aglutinar a toda la izquierda bajo su manto, no solo ha atomizado a la izquierda más si cabe, sino que ha dinamitado toda posibilidad de aplacar al bipartidismo además de causar en ellos un desgaste.

Ese vacío que una fuerza tan efímera ha dejado en los medios lo ha copado la otra nueva formación, que supo leer cuando ocultarse y cuando ocupar los principales focos de atención. Y todo ello, siendo un partido con un discurso ambiguo, con unas practicas más propias de la vieja política, pero tiene ante si la oportunidad de irrumpir en las elecciones generales tanto como lo están haciendo en las encuestas.

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