14 de febrero de 2015

La cultura del pelotazo: de Tony Montana al Pequeño Nicolás


Si nos paramos a pensar por un momento en la idiosincrasia subyacente a la cultura de Estados Unidos, será fácil dilucidar que las pretensiones personales responden al paradigma del Sueño Americano. Para tener una noción intuitiva del mismo, bastará con ver la legendaria cinta del director Brian de Palma, Scarface, protagonizada por Al Pacino. En ella, se cuenta la historia de un exiliado cubano, disidente del régimen de Fidel Castro que, como tantos otros, emprende un viaje hasta las costas de Miami en Florida, donde pasa por ser un humilde vendedor de perritos calientes a uno de los narcotraficantes más más peligrosos de la costa este.

Pero en España, las cosas son distintas. Aquí no tenemos a Al Pacino, sino al pequeño Nicolás. El negocio de la droga sólo tiene dos posibles finales: la cárcel o una bala en la cabeza y está pasado de moda. Aquí somos más partidarios de la cultura del pelotazo o, dicho de otro modo, conseguir un alto estatus social y económico, no gracias al esfuerzo personal, superarse a sí mismo y tonterías de esa índole, sino por no haber dado un palo al agua en la vida. Admitámoslo. Nadie se hace de oro trabajando de sol a sol. La cultura del pelotazo, tan afincada en España, no entiende estos méritos, logros o consecuciones personales. En España, se puede decir que alguien ha triunfado si ha conseguido un puesto de trabajo envidable por ser primo de este, cuñado de ese o yerno de aquel. Y no hay vuelta de hoja.

Para ser un buen español, hay que tener un traje italiano, un coche alemán y las cuentas en un banco suizo. Si pagas más impuestos que yo, eres un pringado. Si tu casa cuesta 200.000 euros y no te gastas 350.00 para costearte unas vacaciones en las Islas Caimán con Elvis Presley y Jesús Gil, no molas. Si has tenido que trabajar duramente para conseguir tus sueños y finalmente lo ha conseguido el oportunista de turno con parientes más influyentes, te jodes. Así es la vida. O mejor dicho: así es España. Personajillos tan ilustres como el Pequeño Nicolás personifican la cultura del pelotazo: un ser mitómano, que evoca todas estas sensaciones, con una contumacia que no conoce precedentes y que profesa mordaces idolatrías muy desalentadoras.

La atmósfera que vivimos provoca un gran desazón. Sin contar el paro desaforado, la galopante corrupción y una clase política que pierde adeptos casi tan rápido como ideales, España no es un país para tener una oportunidad. Haber sudado sangre para graduarse en Física queda eclipsado por haberse acostado con un torero. Hablar cinco idiomas no tiene nada que hacer si eres hijo de una tonadillera corrupta. Y tener un proyecto emprendedor no valdrá para nada si no eres conocido y nadie apostará un duro sobre ti. Así pues, bienvenido a España, la tierra de las desoportunidades.

@joseangelrios92

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