1 de diciembre de 2014

Wert para creer


En primer lugar, me gustaría pedirle disculpas al ilustre Ministro de Cultura, José Ignacio Wert, por la foto que encabeza este artículo. Aunque no sea en la que más favorecido sale, su rostro esboza la inteligencia personificada. Siempre nos quedará el Retrica. Bueno, al grano. Cuando Rajoy fue electo presidente y anunció quienes ocuparían la cartera de los Ministros, apareció uno poco conocido, excepto para los estudiantes de Sociología Política en Madrid desde 1982 a 1983. Aunque no lo creas, el autor de estas líneas que lees comparte profesión con el oportunista y polémico ministro José Ignacio Wert. Y también nombre. Es un tema que me llena de ignominia, así que te pediría que no me lo sacases mucho.

Desde que acabó el verano, veo a todos nuestros ministros mucho más morenitos. No sé si será porque se lo han pasado entero en su chalet de Marbella o es lo que tiene estar todo el día cara al sol y eso no significa que se dejen la piel en el andamio. En 1969 el catedrático de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Sur de California, Laurence J. Peter, enunció un principio fascinante mediante el cual se pueden esclarecer varios interrogantes sobre nuestros políticos. El profesor Peter hablaba de la jeraquilogía, es decir, el estudio y análisis de las jerarquía en las organizaciones laborales modernas. Según su principio, las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad, dificultad y envergadura. Es entonces cuando son desarboladas por un cargo de mayor rango y alcanzan su máximo nivel de incompetencia. Dicho de otro modo: En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia, al igual que la nata sube hasta cortarse. Es la metáfora perfecta de Ícaro y sus alas adheridas con cera a sus hombros. Ascendió tanto y tan deprisa que sucumbieron ante el poder calorífico del Sol.

¿No te suena de algo esta historia? Venga, que la he puesto facilita. Lo de siempre. Seguramente, nuestros ministros fueron personas respetables antes de diciembre de 2011. Bueno, todos no. Luis de Guindos fue miembro del Consejo Asesor de Lehmann Brothers, o sea, la persona más idónea para el cargo de Ministro de Economía. Eso también es Marca España. Para que te hagas una idea, es como si contratamos al capitán del Titanic para que dirija nuestro yate. Ah, que no tienes yate. Qué dura es la vida.

Atento porque diré algo que será lo único serio que leerás en este artículo, por así llamarlo. La Universidad, como su propio nombre indica, deriva de la palabra universal. Como estoy convencido de que los conocimientos de gramática del ilustre señor Wert son más que amplios, le será fácil dilucidar la esencia lingüística que entraña la citada palabra. La Universidad, concebida como tal, es de libre acceso, pública y de calidad. No hay vuelta de hoja. Es francamente inadmisible convertirla en una institución elitista al servicio de las clases más acomodadas. ¿El objetivo? Aborregar la sociedad mientras está siendo narcotizada con realities shows y demás productos que constituyen el opio del pueblo para no ser consciente de las barbaries que se perpetran desde las altas cúpulas de nuestro competente Gobierno. Ah no, que ya han alcanzado su nivel de incompetencia...

¿Y si la persona que tiene en su mente la vacuna contra el cáncer, en estos momentos, no tiene dinero para pagarse los estudios? ¿Merece más ir a la Universidad una persona con más ingresos económicos pero del nivel intelectual del protagonista de este escrito? Evidentemente, no. ¿Hay que recabar fondos con los que subsanar la crisis? Joder, pues en tres años, la cosa no parece haber mejorado mucho: los niveles de pobreza, desempleo y corrupción no sólo siguen, sino que han aumentado. Algo falla. En cualquier caso, si la cagas dirigiendo un Ministerio, siempre te queda la fácil salida de la dimisión. Señor Wert, tome usted buena nota.

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