8 de diciembre de 2014

Worstiario


En primer lugar, querido lector, te recomiendo que, si eres adicto a las discotecas o simplemente, te gustan, dejes de leer de inmediato. Entiéndeme. La salud es lo primero y no quiero que te entre un síncope o un trombo por culpa mía. Dios me libre. Si, como yo, profesas un asco monumental a dichos establecimientos y todo lo que representan, enhorabuena. Estás en el lugar idóneo. Lo he escrito pensando en ti. Disculpa si no adjunto una caja de bombones con forma de corazón, una dedicatoria y florecitas.

Hace ya varios meses, casi un año, diría yo. Por razones ajenas al buen gusto, me puse unos calcetines blancos. Y por motivos peores, unos zapatos negros. Una mala noche la tiene cualquiera. Quedé con unos amigos y nos dispusimos a entrar a una discoteca situada en la Plaza Nueva de Sevilla. No recuerdo el nombre, pero sólo sé que la primera parte del mismo era la palabra mejor en inglés. Nunca la ironía fue tan explícita en luces de neón.

La cola era bastante larga, como la del INEM. No sabía que la gente fuera tan bien vestida a buscar trabajo. Una vez allí, nos percatamos de que las chicas entraban gratis e incluso las invitaban a copas. Si, como yo, eres un tío y tu asesor de estilo esa noche te había jugado una mala pasada o tomado unas oportunistas vacaciones, poco había que hacer. Recuerdo que uno de los gorilas porteros no dejó entrar a uno de mis acompañantes porque no le convencía su peinado. Se ve que no entró por los pelos.

Sí, ¿no lo sabías? Las chicas entran gratis y también las invitan a copas. ¿Generosidad? ¿Feminismo? No os engañéis. Ni tan siquiera es caballerosidad. Esta tentativa por enmascarar un machismo arcaico con halos de feminismo es tan patética como comercial. Piénsalo. Las chicas sólo son el reclamo para que las hordas de tíos paguen lo que sean por entrar a conocerlas. Dicho de otro modo, las discotecas usan a las mujeres como el packaging o envoltorio externo, con los que agenciarse cantidades económicas de varios ceros. O sea, chicas, que la próxima vez que os pongan una cara sonriente para entrar en una discoteca, no lo asociéis a la típica caballerosidad sevillana. Sólo quieren enseñaros como cabezas de venado. Lamentable.

Si queréis sumergiros en una de las zonas más populares de Sevilla, el barrio del Arenal es vuestro sitio. Con popular, no me refiero a que sus habitantes sean de clase humilde, sino al partido al que votan. Precisamente allí, hay un bar llamado Alcopone, de una estética que evoca a personajes del cine de gángsters de El Padrino, Scarface o Uno de los nuestros. Me jode bastante que le pongan que decoren con mis pelis favoritas a un sitio tan deplorable. Si puedes entrar sin llevar el chaleco anudado al cuello, enhorabuena. Si logras hacerte un hueco ahí, porque aquello está más petado que los tornillos del Challenguer, es fácil darse cuenta de por qué se llama Alcopone: porque dan ganas de llevar una escopeta.

El postureo aumenta a pasos agigantados. Los patilleros y cortijeros de turno nos invaden. Queda prohibida la entrada en chándal pero no con una bandera de España en la camisa. ¿Y si vas con una camiseta de la selección española? ¿Sufrirá el portero un colapso cerebral? Sería curioso porque nos enteraríamos de que tienen cerebro. Y la policía mientras haciendo redadas en los bares de la Alameda y la Alfalfa, pero no en el Arenal. ¿Todos son bares, no? En fin, me tengo que ir, que he quedado. Voy a sacar mi polito de España y las tres toneladas de gomina, no vaya a ser que no me dejen entrar con toda la razón del mundo.

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