En términos históricos, culturales y
arquitectónicos, Sevilla es la ciudad más bella e importante del
sur de Europa. Con el perdón de Barcelona, Madrid o Lisboa, que
pueden tener méritos políticos, históricos, culturales o
económicos, ninguna ciudad del sur de Europa puede exhibir los
galardones que posee Sevilla en arte, tradición, historia, cultura y
belleza arquitectónica. Sin embargo, a esta ciudad le falta algo
importante, le falta una playa.
Sí, sólo eso, a Sevilla sólo le
falta una playa. Y no es una locura pensar que Sevilla pueda tener
una playa propia. Hoy pocos lo saben, pero hasta los años 50 Sevilla
tuvo una playa fluvial ubicada donde hoy se erige el Puente del
Centenario. En aquella época, la corriente de agua que cruzaba la
ciudad, era el verdadero río Guadalquivir y no el brazo muerto, de
agua semiestancada, que contemplamos en la actualidad. Bañarse en
las aguas limpias del Guadalquivir en verano, era un regalo divino
para los sevillanos de esa época que aún veían muy distantes las
playas de Huelva y de Cádiz.
Actualmente existen decenas de playas
interiores en España. Ríos, pantanos, embalses y lagos se han
convertido en sustitutos a las playas de mar y han conseguido
excelentes resultados. Incluso la pequeña San Nicolás del Puerto,
tiene una playa fluvial al servicio de sus vecinos. Y yo me pregunto
¿por qué la ciudad de Sevilla no puede tener una playa propia? La
respuesta es sencilla: no hay razón para que no la tenga.
No se habla aquí de una obra faraónica
al estilo de los jeques árabes que costase miles de millones al
contribuyente, más bien se trataría de una obra simple y austera
que sin embargo sería el mayor regalo que un Alcalde podría darle a
nuestra acalorada ciudad.
Y hay un lugar ideal para colocar
nuestra playa sevillana, es el Parque del Alamillo. La playa de
Sevilla iría desde el Puente del Alamillo hasta el fin de la dársena
del Guadalquivir, siguiendo su ribera izquierda hasta el final del camino viejo
de la Algaba, serían unos 1.200 metros de playa. Se trataría de una
gran piscina artificial de agua limpia, con olas, arena y
chiringuitos.
El proceso de construcción sería
simple. Habría que levantar un muro sobre el lecho de la dársena
del río Guadalquivir, debajo del puente del Alamillo, con un desagüe
hacia el brazo muerto. Un dique que separaría las aguas limpias de
la piscina, de las aguas contaminadas de la dársena. Sería un dique
pequeño comparado con los enormes y kilométricos diques holandeses.
Luego, el lecho de nuestra playa debería secado, limpiado y
cementado en su ribera izquierda sobre la cual se verterían
toneladas de arena.
Esta gran piscina se llenaría con las
aguas del cercano río Guadalquivir, que tendrían que pasar por un
tratamiento físico, químico y biológico para tener un agua
depurada, limpia y transparente. Incluso se pueden instalar
generadores de olas en la ribera derecha de la playa de Sevilla.
Los costos serían mínimos comparados
con los beneficios para la ciudad. El turismo se vería incrementado
considerablemente en verano, y los sevillanos podrían disfrutar de
una playa a la que podrían llegar caminando o en un trencito desde
Triana. ¿Qué más se puede pedir?
Existen playas fluviales o artificiales
en muchos lugares del mundo, pero no existe lugar más adecuado para
tener una playa que la ciudad de Sevilla. No sé si el actual alcalde
querrá hacer una obra así, tampoco sé si el siguiente lo hará, o
si el siguiente del siguiente, pero algún día, un alcalde de
nuestra ciudad se dará cuenta de lo fácil que sería construir una
playa en Sevilla, y la construirá, y nos la regalará.