Chiquito de la Calzada fue un hombre hecho a sí mismo, de esos que no reniegan de sus orígenes. Hijo de electricista y huérfano a temprana edad, desde muy joven se subió a los escenarios como palmero en tablaos flamencos. Icono de lo surrealista y artífice de un humor inclasificable, la fama le llegaría de forma fortuita a los sesenta y dos años de edad, de la mano del mítico programa televisivo Genio y figura, nombre que haría honor a su singular e irrepetible estilo. Hoy la magia de su humor se ha apagado, pero su recuerdo en nuestros corazones perdurará para siempre.
Y es que don Gregorio Sánchez —oriundo del malagueño barrio de la Calzada de la Trinidad— se puede atribuir la difícil tarea de caerle bien a todo el mundo. Sus guturales sonidos, chistes que sólo podían ser contados por él, camisas con estampados imposibles, patillas con vida propia, inenarrable mímica e hilarante vis cómica, revolucionaron por completo un mundo encorsetado en los clichés, impregnado de cierta caspa y tan infravalorado como el humor. Tanto fue así que, por el camino, incluso se permitió la osadía de reinventar el lenguaje a guan, a peich y a gromenagüer.
Chiquito de la Calzada es el culpable de que media España diga ¿Sirl? al contentar el teléfono, alguien que nació después de los dolores, una persona entrañable que parecía que no podía, pero siempre estaba ¡Al ataquer!, y que pasó por dificultades económicas durante su juventud en una época en la que, según él, no había niños y que siempre jugaba solo. Unas estrecheces que no le arrebatarían si un centímetro de su sonrisa como las que nos desternillaría desde mediados de los noventa. Obrero del cante jondo, se desplazaría a Japón durante dos años para cantar flamenco en tablaos, donde actuaría acompañado de ratas gigantes como reveló en una entrevista. Esos serían los únicos que pasaría separado de su mujer Pepita, fallecida de forma repentina en marzo de 2012, y que lo sumiría en una profunda depresión que lo mantendría alejado de los medios de comunicación hasta el triste desenlace al que hoy hemos asistido. Ese día empezó a apagarse Chiquito.
Humilde, cercano y con una mirada repleta de bondad, era habitual verlo en el restaurante Chinitas de Málaga, siempre vestido de forma impecable y mirando con orgullo su faraónico retrato que lo preside. El genio del humor malagueño decía que su peculiar vocabulario era de su invención. Según contaría en una ocasión, su archiconocida fistro, es una palabra planetaria, procedente de una galaxia de 1801. Poseedor de un carisma y naturalidad innatas, su dimensión era tan abrumadora que era difícil hasta donde abarcaba Gregorio y donde empezaba Chiquito, un nombre que quedará escrito con letras doradas en las páginas del humor y de la cultura popular al lado del de Cantinflas o Charles Chaplin, dos de sus grandes referentes. Porque hoy y siempre Chiquito de la Calzada será Gigante de la Calzada para toda la eternidad. Y es que la mejor forma de llorarte hoy es hacerlo de risa, como siempre hiciste. Hasta siempre, maestro.