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La absurda polémica por la bandera de España
Antes de comenzar, una aclaración. No me identifico con un colectivismo de izquierdas o derechas. En la actualidad, estas etiquetas no se corresponden con una clasificación de posiciones políticas, sino más bien un epíteto para desprestigiar al adversario. Y eso es algo observable en los partidos progresistas y conservadores. Me repulsan los dogmatismos ideológicos y la insensatez. Todos se han embarcado en la travesía de emplear la emoción y los sentimientos, dejando en la estocada la lógica, la razón y el sentido común. Y ni que decir tiene que esas posturas irracionales me repugnan desde cualquier rincón de nuestro espectro político.
Aclarado esto, la bandera es el símbolo del Estado y no de la Nación, aunque el Estado se sustenta sobre una nación existente y toma elementos de ella. De hecho, todas las banderas tienen unas dimensiones exactas reguladas por Ley, disposición de las franjas, símbolos, blasones y código alfanumérico Pantone de sus colores. Por ello, tiene sentido que, cuando se cambia de régimen, la bandera también lo haga.
Esto ha ocurrido en España en los numerosos regímenes que ha habido durante los últimos dos siglos. Al proclamarse la Primera República en 1873 se cambió de bandera, al igual que con la restauración de la Monarquía Borbónica, con la Segunda República, la Dictadura de Franco y la Monarquía Constitucional actual. En todos estos cambios de cromos políticos, la bandera de España ha sufrido más o menos transformaciones.
¿De dónde proviene la bandera de España?
Fue por Real Decreto de 28 de mayo de 1785 cuando el cambio de bandera se hizo oficial y se izaron en los buques de la Armada, con el fin de identificar a los barcos españoles que navegaban en alta mar. La rojigualda, tal y como la conocemos, se haría popular en la Guerra de Independencia contra Francia, siendo la bandera de las Cortes de Cádiz y la Primera República. Sería a partir de 1908 cuando el gobierno de Antonio Maura decretaría la obligatoriedad de la bandera de España ondeando en los edificios oficiales.
¿Tiene sentido, entonces, decir que la bandera de España es franquista?
Tras la muerte de Franco, la Constitución Española en 1978 establece en el artículo 4.1: La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas. Pese a ello, no se hace referencia al escudo, el cual se rige por la Ley 33/1981, de 5 de octubre, y en el Real Decreto 2964/1981, de 18 de diciembre. En dichos reglamentos, establece la posición del escudo y lo blasona tal y como lo conocemos en la actualidad, cuartelado y entado en la punta y escusón al centro. De hecho, en los primeros ejemplares de la Carta Magna, se puede apreciar el Águila de San Juan presidiendo la portada.
Cuando el Frente Popular se adueñó de la República —no sólo ya entendida como la forma de Estado, sino también de su concepción espiritual, pues también hubo republicanos de derechas como la CEDA y el Partido Radical—, el bando nacional haría lo propio con la bandera rojigualda. Franco la usó para atraer a los monárquicos a su causa —el golpe de Estado de 1936 se había hecho en nombre de la bandera tricolor—. De hecho, dentro de la cúpula sublevada había generales republicanos como Queipo de Llano y Cabanellas, este último jefe de la Junta de Defensa de Burgos y superior del propio Franco.
Dado que la Guerra Civil fue de carácter ideológico, la izquierda actual, que se erige como heredera de la que combatió en la contienda, se define como republicana; mientras que la derecha, por oposición, abraza la Monarquía. Ahí reside el odio bizantino de la izquierda hacia la bandera de España y los símbolos nacionales, al igual que la derecha se opondría a la tricolor. Es, pues, absurdo asociar la rojigualda a una dictadura de derechas, al igual que en Polonia nadie relaciona su enseña nacional con la dictadura comunista que la exprimió durante décadas.
España cuenta con una gran tradición monárquica. El nuestro es un país viejo, como cualquier otro europeo y de la fachada atlántica. Acumulamos siglos de monarquías y sólo dos repúblicas que, ni entre ambas, suman diez años de duración. Y un detalle no menos importante: ambas repúblicas han terminado en guerras civiles. De ahí que las frustradas experiencias republicanas unido a las rencillas heredadas de la Guerra Civil polarizaron las posiciones: la izquierda se haría republicana y la derecha, monárquica. ¿No deberíamos evolucionar y asumir que las posiciones ideológicas no son blancos y negros, sino más bien una paleta de grises?